Por Ricardo E. Polo (pensador, estudioso, investigador y periodista argentino no mediático...)
Este artículo no es nuevo. Fue editado en revistas y en la Web, en 1998. NO parece haber concitado asombro alguno, ni curiosidad, ni ha logrado impulsar a políticos de la farándula social a que al menos se corrijan las falacias históricas que él impulsa. Y menos aún, hacer valer los alcances de su contenido. Pero es normal, para los argentinos, que estas cosas sucedan sin otra repercusión que la curiosidad...
La verdad histórica
Lo que asombra es cómo se suelen celebrar equívocos históricos. Resulta cierto el que la memoria puede perderse a consecuencia del transcurso del tiempo.
Puede que sea gesto de cordialidad civilizada, contribuir a consolidar los hechos para que moren en el recuerdo. Tal como muchos perseverantes autores se han esforzado en reivindicar, por caso, episodios históricos como el de Fitzroy y Darwin con su HMS Beagle; al misionero Allen Gardiner junto a sus desgraciados compañeros; al capitán Snow con el “Allen Gardiner” o a los heroicos y cristianos evangelizadores británicos, que pagaron con sus vidas el propósito de civilizar a los que como Jemmy Button, (Yaganes, alacalufes, Onas...) se hallaban en los extremos más obscuros de la naturaleza humana, resulta necesario acoderar otros sucesos posibles de relacionar como causa y efecto.
Aquellos episodios ocurridos a mediados del siglo XIX, epopeya en la historia de los confines australes precisamente en la Tierra del Fuego, pasarían de interesante argumento editorial, éxito de autores de investigación y hasta presagio de buena literatura, si no fuera porque fueron sucesos contemporáneos a otros que tienen profunda significación en aquél y en este tiempo.
Veamos por qué. El Parlamento argentino, en 1983, dispuso nuevamente (el primer Decreto, como de Afirmación, fue promulgado en 1974) que el 10 de junio de cada año, sea celebrado el “Día de la Reafirmación de los Derechos Argentinos sobre las Islas Malvinas y Sector Antártico”.
Durante 1998, poco antes de “conmemorarse” ese Día, un estudiante universitario dijo a un medio nacional que: “...en el país se implementó una política de olvido del pasado”. Tal precisa opinión venía dentro de una encuesta que indicaba, entre otras cosas y con curiosa precisión, que “...al igual que la mayoría de los argentinos, los estudiantes de derecho desconocen el porqué de la fecha que se evoca el 10 de junio...”
Esa fecha, según el criterio de los legisladores, se fijó a consecuencia de que el general Martín Rodríguez y Salvador María del Carril, firmaran el Decreto del 10/6/1829, al que se toma como el que instaura la “Comandancia Política y Militar” de nuestras irredentas islas.
Se tal manera, se crea un precedente como si a partir de allí, comenzaran nuestros derechos insulares de aquellos territorios. Sin embargo, y con la intención esclarecedora del primer párrafo, vale referir que: "En la Biografía Argentina y Sudamericana, del marino Jacinto Yabén, Tomo 5 (editorial Metropólitan, Bs. As.), rarísima y erudita obra, se menciona, en el capítulo referido, al general Martín Rodríguez y luego de reseñar sus antecedentes hasta 1828, que “...apareció nuevamente en la escena... apoyando al movimiento del 1º de diciembre de 1828". (Se trata del derrocamiento de Dorrego y posterior fusilamiento por parte del general Lavalle, que lo sucede en el cargo)
El general Rodríguez, acompañó a Lavalle en el combate de Navarro el 9 del mismo mes. Nombrado “Comandante General de Armas” el 3 de marzo de 1829, dejó el puesto pasando a desempeñar el cargo de “General en Jefe del Ejército de la Provincia de Buenos Aires” y el de “Ministro de Guerra”.
Poco después, el 4 de mayo del mismo año, el General en Jefe del Ejército, Martín Rodríguez, reemplazó en el gobierno... al almirante Brown, (que había sido designado por Lavalle “delegado interino” de la Provincia de Bs. As.) "...ocupando tal cargo que ejerció desde el 7 del mismo mes hasta el 26 de junio en que Lavalle reasumió el mando”.
Este dato señala que el General Martín Rodríguez era “Delegado Interino de la Provincia” no su “gobernador”. Tal circunstancia queda clara, pues luego del pacto celebrado con Rosas, cesa Lavalle en aquél cargo y lo sucede Viamonte, hasta la asunción de Rosas con la suma del Poder Público.
El dato, uno de los pocos que enmarca la actividad del general Martín Rodríguez entre los años 1828 y 1829, esclarece sobre un aspecto de gran importancia en la gestación y trascendencia del Decreto mencionado. Porque en realidad, la primera Comandancia Militar de las Islas Malvinas (denominación esta que reemplazó a la de Gobernadores y Comandantes Marítimos del Virreinato), a partir de la Revolución de Mayo, fue ejercida por el Coronel de Marina “...de las Provincias Unidas de Sudamérica, David Jewet”.
Este, a bordo de la fragata “Heroína”, fondeada en la Bahía Anunciación, lo consigna en Acta del 2 de noviembre de 1820, fecha en que procede a izar el Pabellón Nacional junto a las ruinas españolas de Puerto Soledad (Puerto Luis), tomando posesión de las Malvinas en nombre del Gobierno argentino.
Tal acto lo hizo “Comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Sudamérica”, según consta en el texto del Acta. David Jewet, en principio marino corsario al servicio de la joven Nación y luego designado Coronel de Marina, ese año fue nombrado Comandante de la “Heroína”, con bandera nacional.
Este hecho es “fundamental” para la historia argentina.
Porque ese día, el 6 de noviembre de 1820, Jewet reocupa formalmente las islas, (sin gobierno desde 1811 a 1820, mientras se consolidaba la Revolución de Mayo) con toda seriedad y protocolo.
Para afirmarlo, emite una “comunicación” mediante la cual notifica a loberos y pescadores ingleses, españoles y norteamericanos, que “incursionaban” en el mar argentino. De tal acto, “sin que ningún gobierno a los que pertenecían aquellos marinos, a pesar de tomar conocimiento y ser notificados del comunicado y el hecho en sí, en periódicos ingleses y españoles, formulara reclamación alguna”. Al punto, que hallándose en las inmediaciones el gran marino inglés James Wedell, apellido toponímico del mar subantártico, este es quien da la noticia posteriormente en Inglaterra y publican sus periódicos.
Es importante mencionar que desde 1767 hasta febrero de 1811, hubo 20 “Gobernadores y Comandantes Marítimos”, tal su título, en las Islas Malvinas, dependiendo de los Gobernadores primero y de los Virreyes después, a través del apostadero de Montevideo.
Es decir, del Virreinato del Río de la Plata. Y para abundar aún más, en ese lapso hubo entre aquellos 20, dos gobernadores criollos: Jacinto de Altolaguirre (1781/1783) y Francisco Javier de Viana y Alzaibár (1798/1799), siendo todos los demás, marinos de la Real Armada Española.
Curiosamente, el único lapso en nuestra condición de “Nación Independiente” durante el que no se ejerce presencia en el territorio insular, es el del “Restaurador”, quien se encuentra dedicado a faenar en sus saladeros y feudalizar la Provincia de Buenos Aires y sus alrededores, como lo sostiene José Ingenieros en su obra La Evolución de las Ideas Argentinas. (Edit. Futuro, 1961, ejemplar Nº 002394).
Sabemos que el general Martín Rodríguez, a la fecha en que David Jewet toma posesión de las Malvinas en nombre del gobierno criollo (6/11/1820), quien sí era “gobernador de la Provincia de Buenos Aires” (1820/1824), sucedido luego en el cargo el general Las Heras.
Peligrosas inexactitudes
Por estos días, (nos referimos al año 1978...en que se escribió originalmente esta nota...) los medios han publicado que en 1829 “...el gobernador, general Martín Rodríguez, creó la comandancia Política y Militar de las Malvinas”.
Además del error de calificar de gobernador a Martín Rodríguez, se suma el de pretender que tal Decreto instaura la Comandancia y por ende, impone la Soberanía. Esto no es exacto. Y se crea una grave confusión. Veamos por qué.
Luego de Jewet, el segundo Comandante Militar, fue Guillermo Mason en 1820, quien releva en la "Heroína" a Jewet. El tercero fue Pablo Arequati capitán de milicias entrerrianas, en 1823. Y ya para esa fecha Jorge Pacheco y don Luis Vernet, se habían encargado del intento de “colonizar” las islas, con algunos éxitos y algunos fracasos hasta 1829. Precisamente, fecha en que el “delegado interino” de la Provincia de Buenos Aires, firma el mencionado Decreto del 10 de junio de 1829.
Entre algunas de las facultades que se otorgaba a la nueva Comandancia estaban “...las de encargarse, para el gobierno argentino, de representarlo en los asuntos patagónicos y de las Islas”. Pero el Decreto, lo que realmente hace es confirmar la legitimidad de la presencia de don Luis Vernet en las Islas, porque al título de “Comandante Militar” en aquellas (que ya existía desde 1767 y criollo desde 1820), se le agrega el de “Político”. Que fue una manera de poder nombrar a Vernet gobernador, ya que este era un civil.
Vernet fue el tercer funcionario argentino en las Islas. Además, el Decreto del 10/6/1829 dice en su artículo 1º: “Las Islas Malvinas y las adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, serán regidas por un Comandante Político y Militar, nombrado inmediatamente por el Gobierno de la República”.
Adviértase, como dato ilustrativo, la certeza de la “extensión” del reconocimiento territorial que impone el Decreto. (De cuya magnitud, vastedad y contenido, con cierta ironía podemos decir que al menos hoy, nos queda la Isla de los Estados).
Intento demostrar que tal Decreto y celebrarlo, hace una resta de casi 9 años en el ejercicio pleno de nuestra Soberanía como Nación Independiente sobre las Islas Malvinas, las Georgias y Sándwich del Sur y agrega más argumentación para los que la discuten. Porque mediante aquél no se crea la Comandancia, sino que, agregando el título de “Política”, se le da continuidad.
El primero en ejercer el cargo así creado, como hemos dicho, fue Vernet, quien ejerció con plenitud todos los derechos y obligaciones que se le impusieron, llegando incluso, hasta la Isla de los Estados. Pero su mandato tiene fundamental relación con lo que luego sucederá, por la ocupación de las islas por Inglaterra.
Se trata, en breve síntesis, de la captura que Vernet realizara de tres naves mercantes norteamericanas: La “Harriet” al mando del capitán Gilberto Davidson; la “Brukwater”, comandada por Daniel Careu y la “Superior”, al mando de Esteban Congar. Todo ello por la desobediencia reiterada de loberos y pingüineras norteamericanos, que depredaban sistemáticamente las costas malvinenses, patagónicas, fueguinas y hasta la Isla de los Estados, de la que Vernet era concesionario y territorios bajo su vigilancia y ejercicio del poder de policía.
Luego de tal acto, Vernet se embarca con su familia y regresa a Buenos Aires donde arriba con la “Harriet” y el detenido capitán Gilberto Davidson. En la ciudad, George W. Slocum, Cónsul de los EE.UU., --del que el historiador norteamericano Julius Goebel (h) dijera que era un “individuo carente en absoluto de experiencia diplomática y tan falto de tacto como de buen juicio”-, cuestiona el apresamiento, acusa a Vernet de “pirata”, desconoce los derechos argentinos en aguas, costas y archipiélagos adyacentes al Cabo de Hornos y “presiona” al "Restaurador" que interesado en otras problemáticas, “congela” a Vernet y a la cuestión. Y esto, pese a que el Ministro de Relaciones Exteriores, Tomás de Anchorena, se “pone fuerte” frente a las pretensiones de Slocum.
En el ínterin, la cosa se agrava cuando Davidson fugando de la ciudad y en complicidad con el capitán de fragata Silas Duncan, comandante de la corbeta de guerra “US Lexington” fondeada en el puerto de Buenos Aires, se lanza hacia Puerto Luis, en Malvinas en, busca de las pieles y mercancías decomisadas por Vernet.
El 27 de enero de 1831 a medianoche, arriban a Bahía Anunciación, enarbolando pabellón francés ¡¡¡!!. Al día siguiente, “piratean” el objetivo. Tomando rehenes, con pabellón ahora norteamericano, queman la pólvora, destruyen la artillería, se llevan “todo lo que el capitán Duncan dice que es suyo” y luego de cañonear las instalaciones hasta destruirlo todo, zarpan fugando con destino a Montevideo.
El gobierno argentino por medio de Anchorena, protestó ante el de los EE.UU., sin respuestas. Hasta hoy. En el libro de bitácora de la “US Lexington”, el capitán Silas Duncan, obvió el tema; Rosas prefirió seguir “congelando” a Vernet pese a sus reclamos y finalmente, ante la insistencia de Vernet, no le queda más remedio que nombrar “gobernador interino de las Malvinas al sargento mayor Esteban José Antonio Mestivier”, (no “mayor” a secas como algún historiógrafo menciona) históricamente el último gobernador argentino de las Islas Malvinas, quien ejerce el cargo en Puerto Luis a partir de 24 de noviembre de 1832, hasta la usurpación insular ejercida por el Reino Unido de Gran Bretaña, el 3 de enero de 1833 a las 9 de la mañana.
Otro equívoco
Según un medio nacional, (el 10 de junio de este año (1998) y refiriéndose a la conmemoración del Decreto del 10 de junio de 1829), dice que “Cuatro años después, en 1833, una poderosa flota británica ocupó las Islas. La Argentina comenzó entonces su reclamo, que se conmemora hoy”.
Ambas cosas constituyen un error. Primero, porque no es cierto que desde aquella fecha (10/6/1829) comenzara ningún reclamo y segundo, porque el 3 de enero de 1833 “la poderosa flota británica” no existió, ya que fue tan solo la corbeta “HMS Clio”, al mando del capitán John J. Onslow, el único buque inglés que se ocupó, en Puerto Soledad, de humillar al Comandante de la fragata “Sarandí” capitán José María Pinedo, a nuestra legítima soberanía por razones jurídicas, geográficas e históricas de las Islas y a nuestra Nación.
Todo ello, por verse impedido el capitán Pinedo de establecer combate y “cañonear” como se debía a la “HMS Clío” al tener presa abordo a la soldadesca sublevada, que había asesinado al último Gobernador Político y Militar de las Islas Malvinas, sargento mayor Esteban José Antonio Mestivier, razón por la que debió resignar el combate y regresar a Buenos Aires.
Triste historia hoy, entre otras muchas, poco difundida. El asesinato de Mestivier a manos del “sargento” Sáenz Valiente, (luego ahorcado previo cortarle su mano derecha por ser ejecutor material del crimen, junto a sus seis cómplices en la Plaza de Marte (actual plaza Retiro) y acusado de encubrimiento el capitán Gomila); la “violación” de la esposa de Mestivier, Gertrudis Sánchez de Mestivier y el asesinato de su niño recién nacido en su presencia, constituyeron la tragedia.
Hecho horroroso y sepulto tal vez, para ocultar que el capitán José Antonio Gomila, oficial del ejército al mando de la tropa, fuera quien desencadenara los hechos, instigándolos a raíz, como se supo en su tiempo, de una equívoca pasión por la esposa de Mestivier.
La verdad histórica es que culpa de ese oscuro episodio, al capitán José María Pinedo al mando de la fragata “Sarandí”, que debe reprimir tamaña herejía y por consiguiente enfrentar una inesperada situación, el gobierno castiga con “cuatro meses de suspensión de empleo”. Hasta el almirante Brown le reprocha su conducta por “no poder” defender la plaza. Y al capitán Gomila, a quien Gertrudis Sánchez responsabiliza expresamente de los hechos, --defendido ante el Tribunal Militar por el General de Vedia--, le otorgan “...dos años con media paga en un fuerte bonaerense a su elección”, encubriendo su felonía...(Historias reales de la Patagonia invisible, de Virginia Haurie, Sudamericana, 1996)
Pero sin embargo, la verdad es que Pinedo fue víctima de un injusto castigo, ya que se vio impedido, por tales sucesos, de combatir a la corbeta cañonera “HMS Clío”, que fue la aludida “poderosa flota británica” ocupante de las Islas.
Según refiere el almirante Laurio H. Destéfani en su obra "Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur" (1982), José María Pinedo se comportó como correspondía, porque poco podía hacer cuando “La gente que tenía a bordo era en su mayoría inglesa y solamente unos pocos eran criollos. El segundo de a bordo, el teniente Elliot era estadounidense. Y pese a que los ingleses abordo dijeron que cumplirían con su deber; el práctico que se desempeñaría como tal, pero que no combatiría, los cinco grumetes, muchos entre 15 y 20 años de edad, dijeron que combatirían y la tripulación, que eran unos 80 hombres, cumpliría las órdenes que recibieran”.
Sin embargo la suerte estaba echada. Y Pinedo nada pudo hacer.
Lo que vino después
Del 3 al 14 de enero de 1833, permanece en Puerto Soledad la “HMS Clío”, previo hacer entrega de la bandera argentina que allí flameaba al capitán Pinedo, expresándole J. J. Onslow a través de algunos oficiales que le envío abordo y con proverbial flema inglesa, algo así como “que le reintegraba el Pabellón, inadecuado para permanecer en territorio británico”, pese a las protestas del comandante argentino.
Obviamente este hecho, por sí solo, demuestra con claridad victoriana la celeridad con que el entonces firme mercantilismo británico, supo hacer provecho de las circunstancias. Como supieron hacerlo luego los famosos “crackers” al piratear “salvamentos” marítimos, los comerciantes británicos tomar posesión de las islas y asentar población... Cuya continuidad son hoy los “kelpers”, isleños de origen naturalmente, ingles...
El 16 de enero de 1833, ingresa a Puerto Soledad la nave menor “HMS Tyne”, que saluda al pabellón británico que dejara Onslow, izado por un súbdito escocés en el mástil instalado en el puerto... Pocos días después se marcha dejando la isla sin autoridad inglesa alguna, salvo al escocés Guillermo Dickinson, habitante de la Isla y al servicio de Vernet, que por disposición de Onslow tenía como tarea izar el pabellón los domingos y al avistar los buques de esa bandera que arribaran al puerto.
No permanecerá luego en las Islas autoridad británica alguna, ni se labrarán actas, ni nada. Solo un remedo de autoridad argentina: el francés Juan Simón, designado informalmente pero con inteligencia y visión histórica por Pinedo, “Comandante Político y Militar” de las Islas, antes de zarpar hacia Buenos Aires.
Simón era el capataz de los gauchos y hombre fiel a Vernet. Hasta el 26 de agosto de 1833 todo queda como detenido en el tiempo. Ese día el gaucho Rivero, dos gauchos y cinco charrúas que como peones cuidaban ganado en el campo, se sublevan contra Simón por razones de dinero y luego de siete asesinatos de pobladores isleños cometidos por la turba, incluidos Juan Simón y el escocés Dickinson, queda el sector malvinense sin autoridad alguna y en total desamparo.
Refugiados cerca de 40 pobladores entre argentinos y de otras nacionalidades en un islote cercano, tiempo más tarde aparece una nave británica al mando del teniente de marina Henry Smith, que sofoca el motín, encarcela a los culpables y luego los lleva Inglaterra. Allí se los juzga y se los regresa a Montevideo poniéndolos en libertad. El teniente Henry Smith será luego poblador y tomará las posesiones de Vernet, inútilmente reclamadas por éste a Gran Bretaña.
La decisión de la justicia británica al liberar a los amotinados, seguramente ocurre a consecuencia de que Montevideo era puerto de abastecimiento para los buques mercantes y militares que incursionaban en al Sur del Atlántico. Si bien Rivero era argentino, sus cómplices eran “charrúas” y el Almirantazgo preferiría quedar bien con los orientales por razones obvias.
La historia seguirá luego con datos y anécdotas. Las continuas guerras civiles sangrientas que nos agotaban en aquellos tiempos, frustraron cualquier intento de reconquista militar, fuera de esporádicas y tibias protestas diplomáticas. Hasta 1880 en que se reorganiza la Nación, nada. Recién en 1842 Inglaterra traslada Puerto Luis a Puerto Stanley ya como colonia y en 1866 bajo el dominio de la Falkland Islands Company surge la explotación lanar...
Todo lo demás se sabe. Finalizadas nuestras guerras civiles, en 1884 el Instituto Geográfico Argentino proyectó un mapa en el que figuran las Islas Malvinas como integrantes del Territorio Nacional. Inglaterra protestó reivindicando “su” soberanía. Entonces, el Ministro Francisco J. Ortiz les dijo a los ingleses que el archipiélago era Argentino y no de ellos. Y allí si, comenzó nuestra tarea reivindicatoria, hasta hoy.
De manera que volver a conmemorar una fecha arbitraria, impuesta esta vez para evitar en el calendario fijarla el 2 de abril, por lo que respecto de la década de los 70` aquello significaba, y que fue en realidad lo que a criterio de los legisladores sancionó el H. Congreso de la Nación, resulta a la postre otro de los tantos errores cometidos sentando precedentes. Primero, porque es inexacta la pretensión y segundo, porque tal vez sin proponérselo, se incorpora a muchos actos de desmalvinización a los que la ciudadanía se ha visto sometida.
Para colmo de males, tal vez por la "desmalvinización" que cierto sector de la "opinión pública promueve" o las ideas revanchistas de otro o el cipayismo autóctono, la ausencia de políticas firmes para lograr la descolonización malvinense, hoy los "piratas" empresariales británicos procuran legitimar el despojo de las riquezas naturales de nuestro archipiélago y ante las protestar Argentinas y la solidaridad de 33 naciones Latinoamericanas, incluyendo tres pertenecientes al "Conmonwealt", permiten o impulsan, --vaya uno a saber-- que un General británico amenace a la Argentina.
Los medios internacionales han difundido que el actual vicepresidente de la Asociación de las Islas, general Peter de la Billiere, "advirtió" al gobierno argentino que "sufrirá las pérdidas más insoportables" si se produce un nuevo conflicto bélico por la soberanía del archipiélago...
Este tipo de “sutiles provocaciones” es tan habitual como la “suposición” de que la Argentina actual, podría realizar operaciones militares para recuperar las Islas a la Soberanía Nacional… Pero permite advertir la “susceptibilidad interesada” del general británico, que seguramente ha vertido esas expresiones para uso de los “kelpers” malvinenses… Como el envío de un submarino atómico a las Islas… Seguramente para la “protección” militar de la “plataforma” petrolera en funcionamiento allí…
Y bueno, a lo mejor nuestro parlamento, inmerso por estos días en devaneos por la ocupación de cargos y comisiones, decide pronunciarse al respecto, aún cuando la desmalvinización persiste…
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