En 1929 se publicaba en Chile una interesante obra de Benjamín Oviedo. Se trata del bosquejo histórico denominado La Masonería en Chile, editado por la Sociedad Impresora y Literaria Universo. Esta obra respondía a la necesidad de historiar el desarrollo de la masonería en Chile. Tal propósito fue insinuado por primera vez en la revista “La Verdad, en su edición del 16 de agosto de 1898 e incentivado luego por esa misma publicación cerca del 24 de mayo de 1912, fecha en que se cumplió el cincuentenario de la Gran Logia de Chile.
Desgraciadamente para la historia, tanto el terremoto de agosto de 1906 que dejó en ruinas y en cenizas la sede de la Gran Logia y el posterior incendio de las instalaciones que la Gran Logia había construido en Santiago, destruyeron valiosa documenta-ción que impidió consignarla en toda su magnitud.
Sin embargo, con el auxilio de Boletines de la G:.L:. y de actas y documentos de algu-nas Logias trasandinas, Benjamín Oviedo pudo llevar a cabo su “bosquejo”, que en realidad es un encomiable trabajo de 680 magníficas páginas de profundo contenido histórico.
Las logias lautarinas
Así es como podemos abrevar en el Capítulo II de esta obra significativa, en el que es posible obtener datos que comple-mentan algunos aspectos no siempre cla-ros, sobre las Logias que se ha dado en denominar Lautarinas.
Claro está que este “Aporte” sobre tales logias, no pretende sumar nuevas teorías ni sumar conjeturas respecto de las discusiones que sobre ellas se siguen planteando casi dos siglos después de su existencia. Solo me lleva realizarlo sumando datos que han sido consignados por el autor de La Masonería en Chile y que pudieran ser al menos esclarecedores para los intere-sados en el tema.
Tengamos en cuenta, en principio, la decisiva influencia que tuvo desde fines del siglo XVIII la Masonería en Europa, culminando con “el formidable sacudimien-to” que se denominó Revolución Francesa. La Masonería ejerció vital influencia y orientación sobre las logias europeas en víspera de la revolución, lo que segura-mente permitirá advertir, sin duda, que fueron fuerza directriz sobre las logias lautarinas.
El amor a la Libertad social y espiritual que inspiró a los hombres de la revolución de Francia, no cabe duda que contagió a los revolucionarios de América que abrevaron en las tribunas surgidas en los talleres masónicos europeos.
Una de las objeciones que se formulan a las Logias Lautarinas, es el de que sus trabajos no se hubieran desarrollado con “estricta sujeción a los preceptos masónicos tradicionales”, por lo que los detractores de nuestra Orden ponen dudas sobre la condición masónica de sus integrantes. Al res-pecto, Benjamín Oviedo señala: “...en esa hora de incertidumbre y de angustia, que conmovía a la sociedad de Europa y de América, ¿cuántas logias, obligadas por las circunstancias, no hubieron de trabajar de cualquier forma, a fin de cumplir su misión?
Y agrega luego sensatamente: “Desde el punto de vista material y para aquellos que creen encontrar solo en la presencia de determinados objetos o en la rígida observancia del ritual el espíritu de la masonería, la Logia Lautarina no pasará de ser una asociación político-revolucionaria”. Sin embargo, quienes conocen las doctrinas que sintetizan el pensamiento de tales logias, no dejarán de admitir la “manifestación evidente de la acción masónica”.
Francisco de Miranda
La influencia de Francisco de Miranda en la emancipación americana, amerita un extenso capítulo que creo aún no ha sido escrito. El extraordinario venezolano era un ferviente admirador de George Washington, que fue su maestro de matemáticas, amigo e inspirador de su admisión a la Orden en una Logia de Virginia, tal como lo menciona Chilhsom en su obra The Independence of Chile.
Miranda se instala en 1800 en Londres, en Grafton Square, donde funda “un organismo social desde el que partirán las instrucciones para la unificación de los esfuerzos en la acción a desarrollar en América, para lograr su emancipación”. Se trata de lo que se dio en llamar “Gran Reunión Americana” cuyos miembros, ame-ricanos e incluso europeos, se denominaban “Caballeros Racionales”. La organización estaba constituida por Agencias (integradas por agentes civiles y militares), que funcionaban con carácter secreto y que tomaron la denominación de Logia o Socie-dad con la denominación Lautaro.
Gran Reunión Americana, según sostiene M. V. Lazcano en su obra Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas en Buenos Aires, TPI: 75, subsistió hasta octubre de 1810 y carecía completamente de la condición de Gran Logia o de Gran Oriente Americano en Londres, habiendo existido solo como sociedad americana del carácter ya señalado.
La denominación Lautaro se les daba a las Agencias, pero no a la sociedad matriz que no tuvo otro nombre que Gran Reunión Americana. Y el nombre le fue impuesto a causa del fervor patriótico que O´Higgins evidenciaba ante Miranda, que desde 1795 era su maestro en Londres.
"Mirad en mi, señor, tristes restos de mi compaisano Lautaro; arde en mi pecho ese mismo espíritu que libertó entonces a Manco, mi patria, de sus opresores". Fueron las palabras pronunciadas por O´Higgins, a los 17 años, ante su maestro Francisco de Miranda, que por aquel entonces, daba a O'Higgins clases de matemáticas. (Anécdota contada por el Libertador chileno y que se consigna en la obra de De la Cruz, Epistolario de O´Higgins)
La iniciativa de Miranda, que fundó Gran Reunión Americana en 1800, desplegó con sus Agencias un gran movimiento emancipador y sus miembros, esparcidos en las distintas colonias, propagaron “un plan que realizar y un ideal que cumplir”, que pudo contar con el concurso de los patriotas de toda América, tan pronto estalló el movimiento de 1810. En Argentina ese movimiento contaba con Belgrano, Moreno, Pueyrredón, Castelli, Blanco Encalada, Arroyo, Ceriño y en Chile con O´Higgins, Martinez de Rozas, Rojas, Argomedo, Egaña y Fretes, a los que se sumaron Camilo Enriquez, Infante, Hipólito Villegas, Juan Mackena, Bernardo Vera y Pintado y Santiago Mardones.
José Antonio Alvarez Condarco y Gregorio Gómez, fueron los delegados argentinos a la logia chilena que se reunía en la casa de José Antonio Rojas, lo que permitió una comunicación activa y permanente con Buenos Aires.
La primera revolución chilena se produjo el 18 de septiembre de 1810 y el pueblo hermano constituyó una Junta de Gobierno, que culminó en 1811 bajo un régimen de gobierno parlamentario. Pero en 1814, por razones demasiado exténsas para mencionarlas aquí, los españoles recuperaban el poder y colocaban en él a Marcó del Pont, prevenido especialmente contra la acción de los patriotas lautarinos, a ,los que vigilaba y perseguía muy especialmente.
La imperiosa necesidad que tenía el general José de San Martín de mantener su servicio de informaciones, en especial sobre el estado de los pasos y caminos de la Cordillera de los Andes, hizo que “su genio fértil” diera solución al problema. Envío a Marco del Pont al mayor José Antonio Alvarez Condarco, llevándole “una copia del acta del Congreso de Tucumán”, en la que se declaraba la Independencia de las provincias Unidas del Río de la Plata.
Dice nuestro autor chileno Benjamín Oviedo: “Mientras Marcó resolvía lo que debía hacerse con el atrevido mensajero, lo envió en calidad de huésped "recomendado" a casa del Coronel Morgado.....”
Miguel Luis Amunátegui, en su “La Reconquista Española”, que durante su corta permanencia en Chile, “Álvarez Condarco adquirió la certidumbre de que existía un gran descontento en el ejército realista y aun de que se estaba tramando una especie de conspiración entre los jefes principales, lo que le hizo augurar muy favorablemente de la expedición patriota.
Siendo ayudante de San Martín, había hablado con él de las sociedades masónicas, en las que, según dicen, se había iniciado el mismo general en Madrid, y por consiguiente, conocía la clave de los signos emblemáticos con que se comunicaban los hermanos entre sí. Una de estas señales, hecha de intento o por casualidad, le granjeó la intimidad de Morgado, que tomándolo por uno de sus correligionarios, le reveló la existencia de una vasta asociación política, que nacida en España, contaba en toda América con una multitud de adeptos”.
Pero no cabe duda que lo más interesante de nuestras referencias, subyace en lo siguiente, según el mismo autor: “Se hallaban afiliados en ella muchos oficiales y realistas distinguidos, que se proponían por término de sus trabajos secretos, el restablecimiento de la abolida Constitución de Cádiz. En Chile, eran miembros de esta Logia los militares de más reputación, como Morgado, Marqueli, Cacho y otros, que aborreciendo la estúpida tiranía de Marcó, nada más deseaban que verse libres de un superior tan despreciable. Morgado no se limitó a comunicar a Alvarez el plan de la sociedad, sino que también lo puso en relaciones con los socios. Conociendo éste las ventajas que podía sacar de esta conspiración interior, entró en proposiciones con estos constitucionales solapados. Les exhortó a que se sublevaran contra el Capitán General y se declarasen independientes de España, mientras no la rigiese una Constitución, prometiéndoles que el Ejército de Mendoza los secundaría para que el levantamiento surtiese buen efecto. Mas, como los oficiales realistas, por los fingidos avisos que les habían trasmitido a nombre de Castillo Albo, suponían muy diminutas las fuerzas de San Martín y como, por otra parte, no les inspiraban suficiente confianza las promesas del argentino, que no les daba ninguna garantía de su palabra, vacilaban en admitir y proponían, a su vez, que los insurgentes principiasen por pasarse, que influirían para que se les conservasen sus grados y que después realizarían juntos el proyecto. De proposición en proposición, quién sabe a donde habrían ido a parar en sus maquinaciones contra un gobierno que convenían en derribar los mismos encargados de sostenerlo, cuando Marcó cortó de repente las conferencias. Había concebido violentas sospechas de un enviado sin objeto, que sólo había venido a notificarle un suceso conocido con anticipación por la correspondencia pública del Janeiro. De buena gana le habría ahorcado o fusilado; pero el Consejo de Guerra que para tratar de la materia convocó, compuesto de esos mismos oficiales con quienes Alvarez había entrado en tratos, le negó el derecho de hacerlo, de manera que tuvo que contentarse con expulsarlo a toda prisa del territorio. En cuanto al Acta de la declaración de la independencia Argentina, por dictamen del auditor de Guerra don Prudencio Lazcano, hizo que el verdugo la quemase en la plaza pública, como un libelo infame, "atentatorio a los principios que la naturaleza, la religión y el rey prescriben".
La Logia Lautaro fundada por el general José de San Martín, permitió a los patriotas chilenos, emigrados a Mendoza, que pudieron agruparse para coordinar sus esfuerzos.
Pero ¿cómo sucedió el hecho del surgimiento de esa Logia que se denominó Lautaro?
La respuesta la tenemos en este testimonio que nos ofrece el documento chileno elaborado por Benjamín Oviedo y al que damos plena fe por lo enjundioso de su obra La Masonería en Chile: "San Martín arribó a las playas de Buenos Aires, a bordo de la fragata George Canning, el 13 de Mayo de 1812. Inmediatamente se presentó a la Junta Gubernativa a ofrecer sus servicios, exhibiendo sus documentos y despachos. Aunque era completamente desconocido por los hombres que entonces gobernaban en su patria, en vista de sus antecedentes, se le dio el grado de teniente-coronel y se le confió la misión de organizar un cuerpo de caballería, dotándolo de los métodos que usaban las tropas europeas.”
Sostiene mas adelante que: “San Martín, sobre cuya sagacidad sería ocioso insistir, quiso, ante todo, conocer el terreno que pisaba. Sabia de la existencia en Buenos Aires de algunas sociedades secretas y tal vez algunas logias masónicas, y pensó que sería de provecho utilizarlas para la realización de sus planes. Pero, a poco investigar, se convenció de que sociedades y logias estaban en completa desorganización o extinguidas; que sólo quedaban dispersos y sin orientación, los que habían sido sus miembros, muchos de los cuales no ofrecían ninguna de las cualidades que San Martín deseaba para sus futuros colaboradores. Viendo entonces que no era posible aprovechar los antiguos organismos secretos, pensó en crear uno, bajo su inmediata inspiración, a fin de hacerlo servir a sus designios”.
Relata luego que: “Cambió ideas al respecto, con Alvear y Zapiola y muy pronto estuvieron todos convencidos de que debía procederse a organizar sobre bases completamente nuevas, una sociedad secreta. Enseguida, entraron a tratar sobre la forma que debía darse a la nueva sociedad y también fueron del mismo parecer en el sentido de que el número de sus miembros fuese reducido; o, cuando menos, reducido el número de sus directores. Deberían contarse en su matrícula los nombres de los personajes de mayor importancia en la revolución, con tal que éstos fuesen hombres de energía y decisión y que se hallasen dispuestos a arrostrar cualquier peligro por el triunfo de la causa en que estaban empeñados. San Martín quería sólo hombres de corazón, dispuestos a todo y prontos para obedecer sus mandatos y los de los otros jefes; y esperaba, en tales condiciones, poder dar a la revolución un vigoroso impulso y quizá concluirla en pocos años”.
Importante aspecto de tal mención, subyace en este texto en el que afirma que: “Todas las personas a quienes San Martín expuso su plan, lo aprobaron con entusiasmo y se ofrecieron gustosos a formar en las filas de la sociedad. De este modo, en poco tiempo, logró reunir un núcleo vigoroso de personalidades, las más importantes e influyentes en los asuntos de la revolución. Mediante el tino de San Martín, se logró que aún los que sustentaban ideas antagónicas en cuestiones de forma, cedieran mutuamente, en aras del triunfo de la común aspiración”.
Por último, para dar un remate definitivo a la importancia de sus afirmaciones, sostiene que: "Sus miembros debían hacer completa abnegación de sí mismos; guardar religiosamente el más profundo secreto acerca de lo que se trataba en sus reuniones y obedecer ciegamente los mandatos de la mayoría de los asociados" Además, dados los fines revolucionarios, debía jurar lo siguiente:
"Nunca reconocerás por gobierno legitimo de tu patria, sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propen-derás por cuantos medios estén a tu alcance, a que los pueblos se decidan por él"
La sociedad tomó el nombre de Logia de Lautaro o Lautarina.
Y esa frase ha quedado profundamente arraigada en el pensamiento de los masones de América. En todos los hombres de buena voluntad y principios éticos y morales.
También, en aquellos que no se solazan con la mediocridad de sus contemporáneos, afectos a escuchar el canto sirenaico de los ilusos que olvidan su pasado y se acoderan a las modas transitorias. Aquellas que los alejan de sus tradiciones, su concepto de nacionalidad y sus principios de Libertad, igualdad y Fraternidad, que no son meras frases o enunciados, sino doctrina multifacética que inspira el bienestar del hombre por encima de los egoísmos y la insolidaridad.
Tal vez mirándonos en el espejo de la epopeya libertadora de nuestros antepa-sados lautarinos, hallemos el camino para reconquistar el bienestar que los nuevos delirios globalizantes, han arro-jado al recuerdo de tantos excluidos y “pobres estructurales”, como ahora se denomina a los que sufren los embates de la indiferencia y el egoísmo.
Referencias bibliográficas
Chilhsom. --The Independence of Chile.
Lazcano. Obra citada.
De la Cruz--Epistolario de O'Higgins.
Miguel Luis Amunátegui.--"La Reconquista Española"-
Barros Arana.--Historia de la Independencia de Chile, T. IIL
Mitre.--Historia de Belgrano, T. II.
Vicuña Mackenna –El ostracismo del gene-ral O´Higgins
Gonzalo Bulnes – Historia de la Expedición Libertadora del Perú
Bartolomé Mitre.--Historia de San Martín.
Valparaíso. Imprenta Roma, 1917. «La asociación tenía varios grados de iniciación. En el primero, los neófitos eran iniciados bajo el ritual de las logias masónicas, que desde antes de la revolución se habían introducido en Buenos Aires y que existían desorganizados la llegada de San Martín y Alvear. Los grados siguientes eran de iniciación política en los propósitos generales» --Mitre. Obro citada.
Lascano. --Obra citada.
Mitre –Historia de Belgrano
Bulnes – Historia de la Expedición Libertadora del Perú
Luis Galdames.--La Evolución Constitucional de Chile.
Guillemo Feliú Cruz, La Imprenta Federal.
(En «Revista Chilena de Historia y Geografía». IV Trimestre de 1921.)
Ramón Briceño.--Repertorio de Antigüedades Chilenas Santiago, 1889.
También Martines de Rozas, durante su permanencia en Concepción, procuró atraerse la voluntad del ejército de la frontera y sostuvo activa correspondencia con el General Belgrano y otros patriotas de Buenos Aires y con sus amigos de Santiago. Asoció a los trabajos de emancipación a todos los hombres prestigiosos de su tiempo, reuniéndolos en casa de don José Antonio Pinto, verdadero club revolucionario.
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