Blog masónico de Ricardo E. Polo


sábado, 20 de febrero de 2010

Todo lo que arde es fuego - premoniciones sobre el panorama internacional, especialmente el de Africa -

Por el V:. H:. Ricardo E. Polo Todavía no sabemos si ha comenzado el Siglo XXI. A 9 meses de principios del 2000, aún se discute el tema. (Esta nota fue redactada y publicada en septiembre del año 2000...¿tiene vigencia?)

También se discute la paz entre Israel y Jordania. Entre incumplimientos a las disposiciones de la UN y a los Acuerdos entre Jordanos e Israelíes, el tiempo pasa y las tensiones suben. Después de siete años de sangre derramada, se ha firmado la paz en Burundi. Los Tutsis “duros” boicotean el acuerdo.

Pero 200.000 muertos parecen significar nada. Tropas de Malí, Uganda, Ghana y Nigeria han sido entrenadas por los EEUU desde 1996. Desde 1999 el país del Norte procura ayudar en las negociaciones de Sierra Leona, sin otro resultado que el fracaso. Ya en 1992 tropas norteamericanas procuraban controlar la anarquía reinante en Somalia, distribuyendo alimentos entre la población hambrienta.

Desde 1994 y luego de la matanza de miles de personas, EEUU colabora en la asistencia a Ruanda. Y este año norteamericanos han debido concurrir con alimentos para asistir a miles de evacuados en Mozambique, donde la naturaleza ha conmovido al hombre a través de las inundaciones.

Norteamericanos y voluntarios médicos de todo el mundo, constituyen pequeñísimos ejércitos de la salud, en las devastadas sabanas africanas, donde mueren de hambre y víctimas de la violencia, millones de seres humanos. Y de los del reino animal, nuestros parientes o hermanos.

Africa no ha “renacido” pese a los anuncios de Bill Clinton hace dos años cuando visitó el Continente Negro. También millones de seres sobreviven al hambre, a las matanzas, al desorden, a la corrupción y a las dictaduras tribales. El año pasado ocurrieron en el mundo 27 conflictos bélicos, 11 de los cuales tuvieron su sede en Africa. Y como corolario de la desesperanza, el SIDA puede llegar a matar al 25% de la población de algunos de los países africanos. Expertos internacionales señalan que tanto la policía, el ejército o las cortes africanas deben ser urgentemente reorganizados tras décadas de corrupción, y para ello se hace imperioso que los EEUU y Europa contribuyan solidariamente a tal emprendimiento.

Se sabe que la contribución económica de los EEUU para la democratización africana, luego de los estragos del colonialismo y las dictaduras o los genocidios tribales, no ha sido canalizada hacia la reorganización de las naciones o la instauración de algún sistema democráticos y productivo, sino para llenar las arcas de los funcionarios públicos. El ex embajador norteamericano en Ghana, Edward Brynn, afirmó que “...permitimos que una clase pequeña y astuta que heredó el poder de los amos colonialistas, acaparara los fondos. Se requerirá mucho tiempo y dinero para que Africa cambie de rumbo”. La ayuda estadounidense al desarrollo africano ha declinado en la última década.

A principios de los 90 EEUU enviaba 800 millones de dólares de ayuda para el desarrollo. Este año ha sido de 738 millones. Esta triste realidad reflejada en conflictos y declinación de las posibilidades de crecimiento en Africa occidental, no se circunscriben al Continente Negro.

Luego de la caída del muro de Berlín, una ráfaga de viento “caliente” se desató en el mundo occidental, en el que cual un efecto terremoto, comenzaron a recomponerse intereses, sistemas, fronteras, pasiones, ismos, etnias y las ilusiones del “occidentalismo cristiano” de zanjar la vieja lucha contra el “sovietismo marxista”.

Los teóricos se lanzaron a la aventura de generalizar la desintegración del bloque soviético, el pacto de Varsovia desapareció y el pacto del Atlántico Norte (NATO) avanza lento, pero ¿seguro? Incorporando incluso Repúblicas que pertenecieron al “enemigo”.

La estrategia militar sabe sus objetivos. El tema es que las empresas transnacionales, los capitales del sistema financiero autodeno-minado “globalizado”, vieron con avidez infinita (seguramente planeada a lo largo de los años de lucha ideológica...) la posibilidad, también infinita, de millones de consumistas en la desinte-grada Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)... Probablemente China constituya otro objetivo... Claro está que han considerado irrisorio el interrogante que se plantea cualquier ciudadano con más de dos dedos de frente, al preguntarse ¿cómo se concibe una “economía de mercado”, que es el máximun de la teoría mercadista, sin la existencia y consolidación de una “sociedad de consumo”...?

Es decir, una economía global dentro de la cual se consolide y aliente la producción, se incrementen los puestos de trabajo, haya una equitativa repartición de la riqueza generada y se consolide la economía, dentro de marcos jurídicos en cuyo seno exista la paz, esté garantizada la moneda, subsista la familia y existan objetivos políticos nacionales que propendan al bien común, y se mantenga el respeto a la Ley y a la equidad jurídica.

Demasiado idealismo, nos dirán. Pero sin esos principios básicos de convivencia ¿cuál es la diferencia entre la Edad Media y el siglo XXI? Luego de la caída del muro de Berlín hemos asistido a conflictos bélicos, que sin llegar a conmover a los casi 6.000 millones de habitantes del planeta Tierra, -debido principalmente a que la mediática no desarrolló el mismo “aparato” difusional al de la 1ra. y 2da. Guerras Mundiales- desataron el poder de nuevas armas y nuevas estrategias y tácticas mortíferas.

La Guerra del Golfo; Afganistán; las petit guerras en los Cárpatos, donde la desintegración de Yugoeslavia ha sido un festín para la Europa unificada; Africa que ya arde, las tensiones en Oriente próximo a poco de la declaración de la Independencia de Palestina y la inseguridad de las consecuencias, incluida la posibilidad de una Unión panárabe; las variables de tensión en una Rusia devastada por la corrupción y la capitalización occidental avasallante, que incrementó el surgimiento de las mafias locales y el poderío delirante de unos pocos, sazonado todo ello con las especias imperiales de Putín; la llamada de atención hacia los EEUU realizada en la Cumbre de presidentes Latinoamericanos en Brasil, que restó apoyo a la escalada económico-militar a Colombia; los sordos ruidos que oir se dejan de rearme y la generalizada corrupción política sudamericana, no dejan aire para respirar con cierta tranquilidad y esperar que el siglo XXI no encuentre unidos... o destruidos.

Lo cierto es que el panorama no resulta acogedor. Puede que la diplomacia minimice el poder sísmico de la realidad cotidiana y los analistas llenen páginas mediáticas en lo gráfico y lo virtual de Internet; puede que la mentada “globalización” alimente diariamente los ávidos canastos de la basura mediocre, llenándola de promesas consumistas, mientras millones de seres pasan de un día para otro de la clase media a la desesperanza y los pobres aumenten su pobreza; puede que la partidocracia prosiga su andar atropellado procurando canonjías y persista en eludir sus responsabilidades políticas frente a un mundo convulsionado; puede que en algún cenáculo oscuro o iluminado se planifique la rentabilidad a costa del todo...

Pero frente a la realidad cotidiana en la que las variables disímiles, los hechos consumados, la desazón general, la mediocridad en alza y las bolsas jugando al gato y al ratón prosiguen la fiesta descarnada de capitalismo salvaje, un sordo rencor se gesta en los millones de desamparados en la pobreza, los eliminados del sistema, los “avasallados” y ahora en vasallaje, los jurídicamente excluidos y asombrados ciudadanos se suman a la desesperanza. Cuidado entonces. Porque la ausencia clara de una ética social, de una moral pública, de un marco jurídico equitativo, de un Estado fuerte y honesto, de una sociedad pacífica y productiva, de una salud, educación y seguridad garantizadas y de un pueblo (pueblos) con horizontes claros, con expectativas de futuro más allá de tontos eufemismos, solo amerita convulsiones y reacciones que si bien no son alternativa, merecen ser consideradas previsibles... Sin justicia hay nada. La ley, por si sola, nada significa.

Por todo esto, sin mesianismos de naturaleza alguna, miremos con atención todo cuanto nos rodea, examinemos detenidamente los parámetros de la realidad internacional y de la realidad nacional y pensemos que pareciera que nos hemos ido demasiado lejos.. Que ya es hora que los hombres que aún mantienen y consagran principios éticos y morales, una filosofía limpia, sincera y consolidada a través de los tiempos, deben recomenzar a ejercer su influencia sobre los delirios partidocráticos, los tecnócratas solidariamente insuficientes y esta suerte de apatía general que no mira más allá de sus narices. Africa arde, no esperemos que arda el planeta.

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