Por Ricardo E. Polo
Nuestra juventud ha sido generalmente plena de impulsos y acción. Cuando la lectura nos apasiona, en esas edad convulsionada por la avidez de conocer, emprendemos largas jornadas de lectura, abrevando en el dulce néctar de todo aquello que emerge para saturarnos de conocimientos.
Embolsamos cuanto arriba al puerto de nuestras ansiedades. Pretendemos no ser náufragos en la Historia. Navegamos derrotas inimaginables, en aras de tomar posesión de las islas que prometen los imagineros, que pergeñaron aventuras inconmensurables. Es así como se enquista en nuestras mentes ese fárrago de coincidencias y motivaciones, que son los párrafos señalados o los "apuntes" mediante los que hoy por hoy, se nutren los estudiantes en Escuelas, Colegios y Universidades.
Claro está que la posteridad demostrará que la poca eficiencia de los "estudiantes" egresados, se advierte al compararla con la serena sabiduría de los estudiosos. Por eso constituye cierta audacia citar, indiscriminadamente, párrafos sueltos y fuera de contexto, de autores que desarrollando sus teorías o interpretaciones de la realidad, dicen una cosa de la que se interpreta otra.
O, como suele ocurrir, acudir a citas sin otra salvedad, con el objeto de que ella pueda adaptarse a la idea que cada uno se forme de ella y así presumir de haber acertado con el presunto "sorprendente hallazgo".
Pocas veces me ha tocado leer un párrafo tan ilustrativo como el de Fulcanelli, del que tal vez se ha querido ver un misticista abocado a la exaltación de las adjetivaciones propias del ámbito esotérico, cuando en realidad se trata de una clara descripción de su vocación racionalista, dentro de la cual magnifica el poder de comprensión de la Ciencia Matemática y de la Geometría, aplicadas al Arte de la Construcción, de quienes llevaron a cabo las obras de magníficas Catedrales, monumentos realizados en aras de mostrar la capacidad humana, de acercarse al misterio de la magnitud del Universo.
Lamentablemente, fuera del ámbito eminentemente espiritual (no espiritualista), ético y moral, de aquellos constructores de la antigua Masonería, cuyas hazañas asombran y que fueron concebidas bajo el hasta hoy secreto de la viga invertida, surgen de vez en cuando "interpretadores" de su accionar a través de los textos, como en este caso el de Fulcanelli, que son asociados a la alquimia, el misticismo, el esoterismo cabalista o cualquiera de las tendencias misticistas que ocultan sus ideas tras el "misteriómetro" de sus interpretaciones respecto de la realidad. Un político argentino inmortalizó cierta frase, que aplicada a la política impide advertir su trascendencia en otros temas.
Dijo: La única Verdad es la Realidad. Por tal circunstancia, sería sumamente útil concentrarse en el contenido de una obra, como hacen los estudiosos, y evitar esa mala costumbre de subrayar frases o párrafos que, como la definición de "lengua", que nos regalara Esopo (el fabulista Esopo (s. VII-VI a. C.) en su imperdible fábula, cuando dice que a través de ella podemos decir las cosas mas bellas que la poesía nos regala, pero también podemos utilizarla para decir las cosas mas despreciables. Santuario, Gran Secreto, Ciencia misteriosa, son términos utilizados por Fulcanelli es su justa acepción. Sería inconsecuente y hasta temerario, pensar que tales expresiones puedan tener otro significado que el que Fulcanelli le dic y que nada tiene que ver ni con esoterismos, ni misticismos, ni objeto de análisis mediante el uso del "misteriómetro" fraternalmente Ricardo
Nuestra juventud ha sido generalmente plena de impulsos y acción. Cuando la lectura nos apasiona, en esas edad convulsionada por la avidez de conocer, emprendemos largas jornadas de lectura, abrevando en el dulce néctar de todo aquello que emerge para saturarnos de conocimientos.
Embolsamos cuanto arriba al puerto de nuestras ansiedades. Pretendemos no ser náufragos en la Historia. Navegamos derrotas inimaginables, en aras de tomar posesión de las islas que prometen los imagineros, que pergeñaron aventuras inconmensurables. Es así como se enquista en nuestras mentes ese fárrago de coincidencias y motivaciones, que son los párrafos señalados o los "apuntes" mediante los que hoy por hoy, se nutren los estudiantes en Escuelas, Colegios y Universidades.
Claro está que la posteridad demostrará que la poca eficiencia de los "estudiantes" egresados, se advierte al compararla con la serena sabiduría de los estudiosos. Por eso constituye cierta audacia citar, indiscriminadamente, párrafos sueltos y fuera de contexto, de autores que desarrollando sus teorías o interpretaciones de la realidad, dicen una cosa de la que se interpreta otra.
O, como suele ocurrir, acudir a citas sin otra salvedad, con el objeto de que ella pueda adaptarse a la idea que cada uno se forme de ella y así presumir de haber acertado con el presunto "sorprendente hallazgo".
Pocas veces me ha tocado leer un párrafo tan ilustrativo como el de Fulcanelli, del que tal vez se ha querido ver un misticista abocado a la exaltación de las adjetivaciones propias del ámbito esotérico, cuando en realidad se trata de una clara descripción de su vocación racionalista, dentro de la cual magnifica el poder de comprensión de la Ciencia Matemática y de la Geometría, aplicadas al Arte de la Construcción, de quienes llevaron a cabo las obras de magníficas Catedrales, monumentos realizados en aras de mostrar la capacidad humana, de acercarse al misterio de la magnitud del Universo.
Lamentablemente, fuera del ámbito eminentemente espiritual (no espiritualista), ético y moral, de aquellos constructores de la antigua Masonería, cuyas hazañas asombran y que fueron concebidas bajo el hasta hoy secreto de la viga invertida, surgen de vez en cuando "interpretadores" de su accionar a través de los textos, como en este caso el de Fulcanelli, que son asociados a la alquimia, el misticismo, el esoterismo cabalista o cualquiera de las tendencias misticistas que ocultan sus ideas tras el "misteriómetro" de sus interpretaciones respecto de la realidad. Un político argentino inmortalizó cierta frase, que aplicada a la política impide advertir su trascendencia en otros temas.
Dijo: La única Verdad es la Realidad. Por tal circunstancia, sería sumamente útil concentrarse en el contenido de una obra, como hacen los estudiosos, y evitar esa mala costumbre de subrayar frases o párrafos que, como la definición de "lengua", que nos regalara Esopo (el fabulista Esopo (s. VII-VI a. C.) en su imperdible fábula, cuando dice que a través de ella podemos decir las cosas mas bellas que la poesía nos regala, pero también podemos utilizarla para decir las cosas mas despreciables. Santuario, Gran Secreto, Ciencia misteriosa, son términos utilizados por Fulcanelli es su justa acepción. Sería inconsecuente y hasta temerario, pensar que tales expresiones puedan tener otro significado que el que Fulcanelli le dic y que nada tiene que ver ni con esoterismos, ni misticismos, ni objeto de análisis mediante el uso del "misteriómetro" fraternalmente Ricardo
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