por el V:. H:. Ricardo E. Polo
"Frente al individualismo feroz que nos agobia, priorizar lo solidario sobre lo competitivo", porque "la concreta realidad nos señala que la educación ha perdido el valor social y la consiguiente retribución que alguna vez tuvo". Sencillas palabras que logran describir este aspecto de la realidad que nos preocupa.
En esta columna de Nueva Etapa expresamos algunas reflexiones, haciendo hincapié en nuestro rechazo a varios aspectos del ahora denominado "modelo".
Uno de los cuales, es, precisamente, el individualismo feroz al que se alude y que corresponde al discurso pronunciado por el coronel Santiago Sánchez Sorondo, Director del Liceo Militar General Belgrano, al cumplirse el 50 aniversario de su fundación.
Entre muchos otros conceptos, necesariamente destacados, el militar señaló que "conocemos las opiniones de modelos y deportistas sobre los más diversos problemas argentinos pero no recordamos el juicio de un maestro."
He allí reflejada, en pocas palabras, una realidad que nos agrede diariamente.
Transición
La caída del muro de Berlín ha significado para el mundo occidental un cambio oportuno. El desgaste económico que producía la "Guerra Fría", se hallaba en una etapa ciertamente agotadora. La reunificación de Alemania y la desaparición del bloque Unión Soviética produjo cambios trascendentes para el mundo, cuyo simbronazo aún hoy se advierte en el reacomodamiento de las potencias occidentales y en el resto de las naciones que se encuentran involucradas en el tema de la denominada "globalización".
¿Pero qué significa pertenecer a esa "órbita" junto a la cual se amalgaman Europa, América del Norte, América del Sur y algunas naciones del Sudeste Asiático como Japón, Corea o Malasia?
Significa sencillamente que los capitales financieros que se hallaban dispersos, ahora se encuentran en franca reunión y han dejado de pertenecer a bloque alguno, alcanzando una etapa de concentración.
La caída de las bolsas del mundo, que dio comienzo curiosamente en Hong Kong apenas unos días después de la "salida" de Gran Bretaña y la asunción de China, y cuyos coletazos hicieron relampaguear el cielo de todas las capitales del mundo, por lo menos hace sospechar que sus efectos constituyen un reacomodamiento de la titularidad del sistema financiero y por consiguiente "un cierto golpe de mano" para el dominio global del capital que se manifiesta ahora claramente en su mayor fervor acumulativo.
Este reacomodamiento tiene implicancias mucho mas vastas que las que se intuyen de su descripción y pasa por el interrogante de cuál será de ahora en más la magnitud del poder financiero; los "ajustes" a que se verán obligadas las naciones llamémosles "periféricas" o "emergentes", por sobre su desarrollo productivo y hasta dónde llegará la exclusión de tanta gente víctima del nuevo sistema. Al margen, claro está, del costo-nación a futuro, que surgirá sin duda alguna como consecuencia del reacomodamiento financiero y sus imprevisibles inversiones.
Por lo pronto nos hallamos bajo el dominio de una etapa de transición. Esa transición nos encuentra inermes frente a la magnitud de la realidad y fundamentalmente, en lo que hace a la capacidad de respuesta de una inmensa mayoría de seres humanos, para adaptarse a las necesidades de la globalización.
Según la opinión de Felipe González, ex Jefe de Gobierno español frente a los directivos de IDEA, sabemos que "...la mundialización de la economía, como la actual, no será sostenible sin grandes traumas internacionales, sin una globalización paralela adicional del progreso." Y sosteniendo, acto seguido que "...Con grandes zonas del planeta excluidas no podremos sostener el modelo."
La tendencia evidente a transferir la crisis de los mercados a los países denominados "periféricos", implicaría, al menos, que su costo deberá ser pagado por los menos desarrollados.
Si los capitales financieros no han vacilado en dejar sin respaldo a la banca nipona y en promover la caída vertiginosa de los mercados asiáticos y europeos, haciendo temblar a Wall Street y en consecuencia al MERCOSUR, resulta al menos difícil establecer precisiones sobre planificaciones a futuro.
En contrapartida, también hemos conocido el pensamiento de Mario Vargas Llosa, que pasó decididamente a la defensa irrestricta de la "economía de mercado, "factótum del "modelo". Lo hizo a través de una nota publicada en el diario La Nación del 11 de noviembre ppdo., al calificar de "amena ficción" y de género "terrorífico" la obra de Viviane Forrester, "El horror económico", precisamente por la "definición" de la pancarta "Non a l`horreur économique.!", que exhibieron los obreros belgas de Renault, en Vilvoorde, ante la inminencia del cierre de la fabrica automotriz.
En dicha nota Vargas Llosa sostiene la inexistencia de la "caida del empleo" como consecuencia del "modelo", sosteniendo que por el contrario este ha generado millones de empleos en el mundo, salvo en contados países de Asia y Africa y negando el empobrecimiento de grandes capas de la sociedad contemporánea, incluyendo la extinguible clase media. Al respecto, vale poner en su texto que "... el hecho es que hoy, por `primera vez en el largo curso de la historia humana, gracias a la interdependencia global resultante de la volatilización de las fronteras económicas, se ha abierto la posibilidad, a todas las sociedades sin excepción, de tomar un atajo feroz y, quemando etapas, alcanzar un ritmo de desarrollo que en el pasado solo se lograba mediante el sacrificio de muchas generaciones".
Luego de al menos tan apocalíptica afirmación sobre las bondades del sistema, sostiene, párrafo aparte, que "...Esto tiene un precio, desde luego, y a veces muy alto. Exige una reconversión de todo el sistema industrial y un abandono de viejos y tenaces prejuicios y hábitos, como por ejemplo, el de querer conservar a toda costa una identidad nacional inmune al contagio anglosajón (sic)".
Y don Vargas Llosa, no contento con su confesión globalista, afirma de inmediato que "...Ninguna sociedad tiene la obligación de modernizarse. Pero, el aferrarse a una tradición, a un pasado, a unas costumbres, tiene también un altísimo precio, y es el que comienzan a pagar, en el campo del empleo, en Europa, los países que, en vez de hacer lo de Gran Bretaña y Holanda, hacen lo que una excelente escribidora que es Viviane Forrester: buscar brujas para quemar, que desahoguen nuestras rabias, conjuren nuestros miedos, justifiquen nuestra ineficacia y nos den, además, la buena conciencia de los justos".
Pensamos que tal vez, un tanto asombrados, Mario Vargas Llosa bromea como lo hizo con la Real Academia Española...
Aquello que nos ocurre
La especialización necesaria para acceder al carrousell de los avances de la tecnología, presume la magnitud de una mano de obra en nuestro país, inexistente. De allí, que la capacitación implique un desafío inmediato e ineludible para el sistema. Siempre que al sistema le interese la inmediatez de dar solución al problema de los excluidos.
Luego, debemos pensar si es posible evitar las consecuencias de habernos introducido abiertamente en "la economía de mercado", como si tal circunstancia constituyera un simple acto de voluntad política. Debiéramos analizar la conveniencia de la "apertura" de la economía sin "quemar" las etapas necesarias para obtener la "radicación" de capitales; la inversión productiva; la consolidación de un sistema financiero estable y las garantías jurídicas tanto para los "inversionistas" como para la inversión. Y todo ello, aceptando el quedar en manos del "Estado" (no del gobierno) legitimar el sistema financiero para evitar "distorsiones" que pudieran surgir de un "liberalismo" demasiado "permisivo" en el origen de sus capitales.
Ya en octubre de 1967 el Banco Interamericano de Desarrollo advertía sobre tales peligros. Decía "Una simple liberación de los intercambios entre los países que comparten un régimen de unión económica no puede conducir a la constitución de un mercado común perfecto". Y luego de consideraciones atendibles sobre los peligros de lo que denominó genéricamente "estrategias económicas", sostenía que "...Abrir, liberar simplemente los mercados nacionales, en tales condiciones, conduciría a realizar movimientos desordenados, mientras no pueda operarse sobre múltiples planos económicos y, en especial, sobre las medidas de política y legislación económica emanadas de los Estados miembros." Para afirmar de inmediato que "...Estas consideraciones nos permiten comprender la necesidad de armonización, o por lo menos de un control, de esos distintos factores que intervienen en la modificación del juego del mercado". (1)
Para el caso, un ejemplo lo da el Tratado de la Comunidad Económica Europea, que en su art. 6 habla de la "coordinación de políticas económicas"... Lo que advierte, al menos, que hace 30 años no solo se preveía la instauración de la "mercadización de la economía" y la consiguiente globalización, sino la problemática que surgiría de no adoptarse medidas "protectoras" y de control de cada una de las economías a integrarse.
Dadas las circunstancias que nos abarcan, con una realidad económica de gran crecimiento del Producto Bruto Interno, pero con una inequitativa distribución de la riqueza, lo que fundamentalmente nos preocupa no es solo la injusticia de tal circunstancia, sino los efectos a corto y largo plazo que la vertiginosa globalización ocasionará en una inmenso número de argentinos cuya instrucción, capacitación y educación adolece de increíbles precarieda des. Y que, dadas las características de especialización en los limitados proyectos productivos, suponemos, de acuerdo con el crecimiento vegetativo de la población en condiciones de acceder al trabajo; los excluidos o marginados estables; los que se excluyen por los "ajustes"; las flexibilizaciones encubiertas y toda la gama de "los sin trabajo" que crece en forma inversamente proporcional a la "concentración financiera", que tal "aspecto de la realidad" hará eclosión tarde o temprano.
Lo curioso es que mientras el "crecimiento" de la economía es permanente, la marginación se incrementa. Y por sobre toda curiosidad, el advertir que el sistema financiero invierte en "servicios", más que en "producción".
Resulta por lo menos casi un sofisma, la interpretación que algunos "economistas" harvardianos y otros de factura hibrido-auctóctona, le dan al tema. Según su visión, la inversión en servicios es una muestra de los beneficios del modelo y coadyuvan a una mejor calidad de vida. ¿ Para quienes, para cuántos...?
Humanicemosnun poco
Cuando comenzamos estas reflexiones, lo hicimos en mérito a las palabras pronunciadas por el coronel Santiago Sánchez Sorondo, Director del Liceo Militar General Belgrano, al cumplir el establecimiento nada menos que 50 años.
Entre otros conceptos, el militar dijo "Humanicemos la educación. Si es cierto que el que no sepa operar una computadora será el próximo analfabeto, mucho mas grave es que la escuela no genere el conocimiento, que no seamos capaces de suscitar en los jóvenes la capacidad de asombro, imaginación, discernimiento." Al destacar las motivaciones del Instituto castrense que dirige, agregó luego que "...el Liceo, trabajando con las nuevas generaciones, para su identificación como una Nación soberana y proyectada al futuro, propone una formación intensiva -clásica y moderna- con armonía, en la tranquilidad, el orden, en todos los niveles educativos, porque, frente al individualismo se prioriza lo solidario sobre lo competitivo..."
El militar expresó también que "He puesto énfasis en la educación, porque frente al vértigo antieducativo de las modas, todas ellas efímeras, junto al aluvión incontenible de la información que nos satura y confunde, se impone aclarar el horizonte para proyectar el porvenir..."
Prédica inmediata
Hemos tomado posición, a través de algunas notas publicadas en Nueva Etapa, respecto del tema que nos ocupa. Insistimos en la necesidad de profundizar en lo relativo a la educación, fundamentalmente en capacitar a millones de ciudadanos de nuestro país, para las nuevas etapas de producción que se avecinan. No cabe duda que los avances de la tecnología implican un compromiso ineludible de contar con mano de obra apta para desarrollarla. El habernos embarcado en esta economía de mercado sin cumplir etapas, con la idea de estar haciendo lo único posible frente a la globalización de las finanzas, ha sido al menos una posición de los economistas. Ya hemos leído la posición de Felipe González, ex Jefe de Gobierno español; la posición de Mario Vargas Llosa respecto del precio que debe pagarse para ingresar el nuevo mundo y las palabras de un coronel argentino, cuya misión es educar a jóvenes que eligen el Liceo militar, para consolidar su educación.
Podemos, de alguna manera, tener una idea sobre diversos aspectos de la realidad que nos abarca. Pero nos falta una reflexión, la que emerge del "Sínodo de las Américas", que se está llevando a cabo en el Vaticano, donde los obispos de América se encuentran deliberando, convocados por el papa Juan Pablo II.
Bajo la premisa "Iluminar los problemas de la justicia y las relaciones económicas internacionales entre las naciones de América, considerando las enormes desigualdades entre el norte, centro y el sur." la convocatoria pretende esclarecer sobre la justicia, como reaseguro de la democracia, al igual que la "deuda externa" tema fue promovido tras un llamado del Papa para que en ocasión del tercer milenio, sean aliviadas las cargas que soportan los países más pobres por sus efectos.
No sería justo hacer un coctel con todo lo que hemos sintetizado en nuestras reflexiones. A diferencia de las Conferencias generales de los episcopados latinoamericanos como Río, 1995; Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo 1992, en este sínodo el Papa se reserva la última palabra sobre los temas a tratar y que proponen los obispos.
La importancia vital del resultado de estas deliberaciones, que culminarán el 12 de diciembre, amerita al menos intuirlas, a través del documento preparatorio, en el que se formula un diagnóstico de la realidad económica, sosteniendo que "falta en muchas sociedades de América una mayor justicia distributiva; crece el desempleo; los salarios son bajos; la desigualdad entre los ricos y los pobres se hace cada vez mayor..." Al respecto, el arzobispo de Newark (EEUU) Teodore McCarrick sostuvo que "la comunión debe existir entre países ricos y pobres, entre países desarrollados y piases en desarrollo, debe ser una comunión de espíritu, una comunión de ayuda, una comunión de única fe. Y desde esta comunión tenemos que llegar a una solidaridad."
El documento eclesiástico afirma que en el campo político "a veces predomina una concepción que pierde de vista el bien común..." Por último, digamos que también se destaca, en el documento episcopal, "la creciente conciencia de la dignidad de la persona humana y sus derechos inalienables... el sentido de la justicia y un fuerte sentido de la solidaridad y generosidad que se manifiesta en una creciente sensibilidad con respecto a las necesidades del prójimo".
Y he aquí finalmente, el leit motiv de nuestras reflexiones. Porque esa imperiosa necesidad de solidaridad que emerge frente a la realidad que nos toca vivir, contrasta con el individualismo feroz... al que aludimos al comienzo de esta nota. Que existe, que es real y que surge como consecuencia del modelo neoliberal que se nos impone.
Además, la problemática se agudiza a consecuencia de las discusiones semánticas sobre la antítesis del neoliberalismo. Según los acérrimos defensores del nuevo sistema, lo contrario del neoliberalismo, será simplemente el socialismo. Y esa hipótesis polariza las opiniones entre los partidarios de la libertad irrestricta del mercado y aquellos que creerían en la potestad del Estado regulador. Ninguna de las dos posiciones nos complace. Nuestras reflexiones están mas cerca de la humanización del capital financiero, la solidaridad en todas las etapas del desarrollo económico-social y la convicción absoluta de que por encima de todas las teorías económicas y políticas, esta el Hombre. Fundamentalmente el Hombre y para nada los devaneos teóricos y economicistas de la nueva generación de testarudos e indiferentes teóricos, para los cuales la humanidad constituye una mera estadística, dentro de las estadísticas de un sistema financiero globalizado en sus efectos, pero concentrado en su poder.
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