En uno de los nuevos Blog dedicados a difundir el pensamiento masónico e interesantes trabajos relacionados con el quehacer masónico, observamos un comentario del R. A. Gilbert, publicado en “Ars Quatuor Coronatorum”, Volumen 116, Review pp. 286-7, cuyo contenido pretende “desmenuzar” tanto el libro de Dan Brown “El Código Da Vinci”, como la película homónima.Tal vez, la intención de publicar lo que ha dicho el R.A. Gilbert, ha sido la de sacralizar la opinión por venir de un integrante de una L:. de investigación dependiente de la G:.L:. Unida de Inglaterra, pero en realidad lo expuesto allí (http://www.eduardocallaey.blogspot.com/) por el ignoto autor, no pasa de ser una mera opinión suya y en la traducción, la utilización de términos difícilmente conocidos por aquél.
Al respecto y como complemento de esa “opinión”, me permito ofrecer la mía.
«Código Da Vinci» y la asombrosa conducta del periodismoy el cholulismo mediático.
Víctima de un sistema mediático instalado desde fines del siglo XX, la ciudadanía del planeta en ese sentido «globalizado», parece no advertir que los medios de difusión se han constituido en una suerte de contradicción entre lo que conocemos como «libertad de prensa» y lo que son en realidad, objetos de la «libertad de empresa».
Así lo hemos advertido con relación a la problemática que surge del «Código Da Vinci», del escritor Dan Brown, cuyos alcances superan todo lo conocido en materia de conmoción intelectual. No tanto por el contenido de la obra, sino por las repercusiones que su difusión publicitaria ha obrado con las múltiples opiniones que sobre ella se han suscitado.
Parecería una contradicción tal afirmación. Porque sugiere que obviamos el contenido, para dedicarnos a su continente. No es así. El caso es que quienes nos hemos interesado por el asunto, advertimos que en los medios gráficos, que son los que poseen mayor espacio para el comentario, un enorme espectro del periodismo literario ha dedicado extensos párrafos a «solapear»(1) sus comentarios, arriesgando opiniones o a favor o en contra, ya desde la falta de lectura, ya desde el prejuicio ideológico o religioso, ya desde el natural interés editorial de difundir la obra.
Sin embargo, en pocos medios, casi diríamos que contados, se ha expuesto un comentario crítico o no, que refleje con exactitud qué cosas ha querido difundir Dan Brown, cuáles son verdaderas, cuáles con presunciones, cuáles son revelaciones y cuáles son fantasías.
El fenómeno que ha significado el «Código Da Vinci» como «best seller», solo puede compararse con la saga de Harry Poter, que con millones de copias, varios films e incierta cantidad de niños y jóvenes «saturados» de peligrosas concepciones sobre la magia y la enajenación, pende de los monstruos nacidos de la mente un tanto febril de su autoría, un enigma al parecer aún no planteado. No analizaremos lo que a la larga pudieran ocasionar las exageraciones y truculencias de esta nueva tendencia a la imaginaría de ficción. El tiempo seguramente obrará en consecuencia y veremos qué influencia pudo tener esta cosa.
Pero el caso es que mientras el «Código Da Vinci» se propagó a través del libro, la cosa se mantuvo en un marco límbico, ya que sabemos que el número de libros vendidos, aunque ha sido muy alto y muchas las reediciones, no se ha circunscrito al medio en el que siempre existirán lectores interesados.Pero no ha ocurrido lo mismo con el film que la Sony decidió implementar y que lo fue en copias generosamente distribuidas por todo el planeta y en simultáneo, concitando de hecho gran alarma en el seno de la clerecía católica, pues las «revelaciones» que Dan Brow condensa en su libro parecieran ser «un llamado de atención» a las ovejas que los representantes de Jehová en la Tierra, suelen pastar mansamente.
No muchos ávidos lectores de la temática esotérica han incursionado en la obra de Dan Brown. Por eso poco saben de su libro «Ángeles y Demonios» ó «La Conspiración», por lo que adentrándose en «El Código...» tienen una escasa visión de los alcances que «El Código...» puede tener en esta petit revolución, cuya parición desconcierta a algunos, asombra a otros y se revela desvelando a muchísimos.Porque el tema central del Código no es una «revelación» contemporánea de un «secreto» que aparece ahora a través del libro, sino la «rememoración» de un aspecto del cristianismo, tanto católico como protestante en todas sus versiones. Incluyendo la reacción más escandalizada que es la de los clérigos católicos apostólicos ortodoxos, muy misóginos ellos.
Cualquier lector en profundidad de la Historia de las religiones y en especial del Cristianismo, sabe que el tema de María Magdalena ya lo planteaban los primeros cristianos y que la «historia» que relata Dan Brown no es un «invento» de su imaginación. A la clerecía de hoy no le interesa tanto el tema de María Magdalena como presunta primer apóstol de Jesús, o la descendencia de Cristo a través de ella, sino el hecho de que muchísimas miradas se introduzcan en el Concilio de Nicea; en el papel que le cupo a Constantino y en la verdad sobre el propósito y legitimidad de los Evangelios Canónicos y el por qué se desecharon los que conocemos por Evangelios Agnósticos o más conocidos por Evangelios Apócrifos.
Los cuestionamientos ocurridos, los que ocurren o los que ocurrirán respecto de la doctrina católica, sus catecismos, anecdotario e historicidad, no debieran ser considerados a la luz del dogmatismo clerical como «herejías»(2).La investigación histórica de los acontecimientos que dieron origen a la actual Iglesia Católica y al «protestantismo», constantemente produce nuevas instancias que debieran ser analizadas objetivamente -si es que objetivamente se puede- para poder «saber» la verdad que encierran.
La «inmutabilidad» que a estas alturas de la civilización se pretende establecer sobre incluso todo lo existente, explica la permanente prédica del Vaticano en el sentido de oponerse al «relativismo». O al menos lo que el Papado entiende por tal. Que ahora emerja a la superficie a través de Dan Brown el tema de María Magdalena, el presunto linaje sobreviviente de Jesús no es cosa nueva. En los medios de difusión y en Cartas de los lectores, se ha podido leer adjetivaciones como «errores históricos garrafales» o «blasfemias iconoclastas»(3), tan solo para reconocer luego que el «Código Da Vinci» «...no hace más que pretender revivir la infame tesis herética de los Cátaros, derrotados varias veces por el valeroso cruzado Simón de Montfort en la llamada Cruzada Albigense (siglo XII)...». ¡Vaya comentario...!
Pero un significativo número de mortales ignora de qué se trata. Oye o escucha la palabra «herejía» y en su mente se grafica algo pecaminoso, condenable y expuesto a la vindicta clerecial. Pero escapan a su conocimiento otras herejías como las trinitarias del siglo IV, como el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo, o de los pneaumatómacos o maratonianos, que negaban al Espíritu Santo.Veamos un resumen enciclopédico del tema: «El gnosticismo puso en duda el conocimiento teológico cristiano y el pelagianismo dio tal importancia a la voluntad personal, que cuestionó el valor salvador de la Iglesia». «En el siglo IV predominaron las herejías cristológicas: el nestorianismo negaba la maternidad divina de la Virgen María. El monofisismo concedía a Cristo una sola naturaleza; de él surgió el monotelismo, que eliminaba en Cristo la voluntad humana. Estas tres herejías fueron condenadas en los Concilios Ecuménicos III, IV y VI, respectivamente». «...A finales del siglo VIII surgió la doctrina del adopcionismo, nacida en tierras pirenaicas para ganar adeptos entre los musulmanes. Jesucristo era hijo de Dios por adopción, no por naturaleza, y de ahí el nombre que tomó. El abad Beato de Liébana y los teólogos carolingios lograron la condenación de esta herejía».
Recordemos que luego de las Cruzadas, «la feudalización de la jerarquía eclesiástica implicó la de la Iglesia en general y el clero experimentó una grave crisis que no empezó a superarse hasta la segunda mitad del siglo XI». No tendría sentido este párrafo, si no fuese que como secuencia de los acontecimientos posteriores, nacen los Gremios de Constructores teniendo como origen la denominada «Revolución urbana» entre los siglos X y XIII en toda Europa occidental. Estos gremios o asociaciones ya se conocían desde la época carolingia. Según algunos autores, la masonería se habría originado en estas asociaciones, en especial las que se hallaban bajo el dominio de las cofradías, consideradas organizaciones de ayuda mutua con carácter religioso. No vamos a comentar esta hipótesis, a fin de no confundir a nuestros lectores.
Siguiendo con el argumento de las herejías, debemos destacar entre ellas a los cátaros. Para sintetizarlo, digamos que los Cátaros (gr. katharós, puro) herejes de los siglos XI y XII, afirmaban la existencia de los dos principios universales, el bien y el mal, rechazaban los sacramentos y el culto a las imágenes, atacaban a la Iglesia y justificaban el suicidio. Su género de vida era de una gran sencillez.Coloco en este trabajo tales referencias, sintetizando los frecuentes e históricos cuestionamientos a la Iglesia (congregación de fieles, estado eclesiástico, jerarquía de orden, gobierno eclesiástico, jerarquía de jurisdicción) y a su doctrina, que provienen desde el comienzo mismo del cristianismo, puesto que el gnosticismo o los gnósticos ya existían hasta el Concilio de Nicea y tal vez haya sido una de las razones fundamentales que lo promovieron, además de la necesidad que de ello tenía Constantino.El problema más sugestivo que surge hoy de aquél Concilio, es el de la legitimidad de los 4 Evangelios «canónicos» que integran el Nuevo Testamento, puesto que sabemos de la existencia de los denominados «apócrifos» y el descubrimiento, por estos días, del denominado «Evangelio de Judas» que, aunque aún no se haya dicho, plantea una nueva herejìa a las ya aparentemente superadas.Lo cierto es que tras los sucesos editoriales que no se circunscriben al «Código Da Vinci» de Dan Brown, sino que se suman a las hipótesis de otros autores tales como Javier Sierra; Esther de Boer; Enrique de Vicente; Michael Baigent; Richard Leigh; Jersús Avila Granados; David Zurdo; Angel Gutierrez; Romain Sardou; Jasper Rydley; Dan Burstein; Arné de Keijzer; Karfem Amstrong y Christopher Knigth y Robert Lomas, en lo atinente a la masonería y su origen, como Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, en lo relativo a «El enigma sagrado» que comenzó la problemática del Linaje hereditario, emerge la «masifica-ción» divulgadora de una temática que se hallaba circunscripta a un selecto ámbito de opinión.
Hago mención de la masonería en estas reflexiones, debido a que pareciera surgir tanto de los textos de Dan Brown, como del film sobre «El Código...», cierta relación de la masonería y los Templarios a través de la capilla de Roslyng, como de la masonería con el Priorato de Sión, institución esta última de sugestiva existencia, ya que emerge como presunta «custodia» del linaje de Jesús a través de María Magdalena.
Sin embargo, sería temerario acoderar a la Orden masónica tal como la observamos hoy día, con actividades presuntamente conspirativo-religiosas del carácter mencionado por Dan Brown, teniendo en cuenta las originarias, -sea cual fuere ese origen-, tan manoseado por variopintas historias sobre cómo surgió la Orden desde el polvo de argamasa y mazazos de los canteros en tiempos medievales, a las imaginarias que circulan vorazmente hoy día.
Lo cierto es que a consecuencia del libro de Dan Brown y el publicitado film, -que entre otras cosas respeta taxativamente el contenido del libro- hemos podido observar la multiplicidad de «comentarios» sobre ambas obras, que los medios de difusión han desarrollado a lo largo del tiempo en el que sobrevive el tema.
De tal manera, repetimos, hemos advertido las ingeniosas «solapeadas» a ritmo de «refrito»(4), que los medios no se han cansado de distribuir entre sus lectores. Y es allí donde podemos colegir la ausencia de conocimientos históricos no solo sobre el particular, sino sobre la historia en general. De lo que no experimentamos asombro, en nuestro país, si tenemos en cuenta las currículas de la educación Argentina de los último 45 años en esa materia. No, naturalmente, circunscribiéndonos a la Historia Argentina, sino con extensión a la Historia Universal...
Lo cierto es que los comentarios han sido parcializados por la influencia directa de la clerecía en particular, de algunas Jerarquías de la Iglesia, de curas de parroquia con olor a incienso de sacristía y en general, expresando un rechazo hasta visceral, sobre algo que no parecen saber y no conocen y fundamentalmente, a contracara de lo que autoridades bíblicas, estudiosos del tema, historiadores e investigadores al menos respetan, por tratarse de temas debatidos con mucha anterioridad a la «revelación» mediática de Dan Brown... Existiendo, por lo demás, y como mocionamos, mucha literatura al respecto.
Naturalmente que el «Código Da Vinci» da mucho que hablar e insta a profundizar su, digamos, mensaje.El film ha sabido respetar -no sabemos si por intención o por causalidad- el contenido del libro. Y de él se plantea un gran problema de conciencia para muchísimos creyentes que observan de qué manera un escritor al que se lo anatematiza de imaginero y a su mensaje de «ficción», intenta penetrar a través de documentación fidedigna en un tema que la Iglesia rechaza como herético.
A ciencia cierta sabemos de la existencia hacia mediados de la Edad Media, del Priorato de Sion y el listado de Grandes Maestres que registra el libro, parece ser coherente con los nombres y las fechas de sus integrantes. Y la presencia entre los Grandes Maestres del Priorato de Leonardo Da Vinci, absolutamente comprensible y hasta explicable, dado que, lamentablemente, en la obra de Dan Brown este no parece conocer o al menos no lo dice, que Leonardo Da Vinci, junto con otros «sabios» renacentistas, formaron las enigmáticas «Academias» en cuyo seno se materializó la masonería en su versión Progresista Universal del Rito primitivo, de la que fue su creador...
De manera que no resulta ni extraño, ni misterioso, ni fuera del contexto en el que desarrollaba sus actividades Leonardo, el que tuviese no solo «conocimiento» del tema de María Magdalena (o María Magdala...), su posible descendencia y el Linaje que se intentaba proteger. «Ultima cena» dixit...
Una observación curiosa al respecto, resulta ser el final de la obra de Dan Brown. El hecho de que Sophie, la protagonista con Langdon resulte al final la «heredera del Linaje», y su vinculación consanguínea con los Saint-Cler o Sinclair, constructores de la capilla de Rossling, puede que incite a pensar en un «paso en falso» a la estructura de la obra. Pero seguramente la «ficción» a la que se desea colocarla, resulta de verosimilitud con tal final tal vez decididamente controvertido.
También podemos observar el hecho de la búsqueda del sepulcro de María Magdalena, que luego del recorrido catedralicio y eclesial resulta ser supuestamente hallado en el Centro «piramidal» Pompidou de París. Se trata, no cabe duda, de un artificio en el film. Porque pareciera que emerge de esa búsqueda el meollo de la obra, cuando en realidad el centro de toda ella subyace en el «código» que ingeniosamente permite resolver el enigma -solo para Langdon y Sophie- de la sepultura de los restos de María Magdalena... Pero, mirando con mayor detenimiento y profundidad en la lectura, en realidad debiera revelar el árbol genealógico cuya búsqueda parece ocupar y preocupar durante el transcurso de la «novela», al Opus Dei.
Podemos inferir que además del planteo sencillo sobre la posibilidad de un linaje de Jesús a través de María Magdalena, cuyos atributos y condición de prostituta fuesen inventados más o menos por el Concilio de Nicea o poco después, existe el misterio del enigmático fresco de Leonardo «La última cena», en el que los «signos» que se mencionan en el libro no son nada cuestionables. Basta admirar con ojos inquisitivos la obra, para advertir dos de los «misterios» allí plasmados, como son la ausencia de copas -una de las cuales hubiera sido el Santo Grial- y otra la curiosa presencia a la derecha de Jesús, de un apóstol de cabellera roja, muy parecido a una mujer... Que, es necesario resaltar, no parece haber sido «pintado» por casualidad por un genio como Leonardo.
Hoy ningún exegeta bíblico puede negar, documentadamente, que los primeros cristianos conocían la importancia de María Magdalena en el decurso de la vida del Nazareno. Ahí están los «Evangelios apócrifos» en los que su presencia no solo no pasa desapercibida, sino que incide sobre los seguidores de Jesús, al punto de concitar en ellos «celos» por la preferencia que El tenía para con ella. También constituye una revelación el Evangelio de María Magdalena, cuyo contenido es indispensable tener en cuenta.
Luego advertimos en el libro «El Código...» una versión interesante de los Templarios, que va mucho más allá de cuanto se viene «testimoniando» al respecto de los «herederos» de la Orden, su relación con la masonería irlandesa luego de la persecución y los misterios que devienen del aún no hallado «tesoro» de la Orden.
En un artículo que publiqué alrededor de fines de los años 60´ y que ha sido reproducido por el Boletín Temple, distribuido por Templespaña que titulé «El misterio de los Templarios», formulé las preguntas que suelen incentivar a los interesados, relativas al misterio de lo que hallaron los caballeros que conducidos por Hugues de Payns en las ruinas del Templo de Herodes, bajo cuyos cimientos se encuentran los restos del Templo de Salomón. Podemos agregar que el origen de todo este tema se encuentra en que Hugues de Payns emprende el viaje con ocho caballeros, apoyado por Etienne Harding y san Bernardo, «luego» de la Primera Cruzada, de la que participó hasta su regreso a Francia en 1104.
Este suceso promueve muchos interrogantes. Pero esencialmente este ¿Que cosa conoció Payns en Jerusalén, que lo incentivó a realizar luego la «expedición» y las excavaciones que realizaron posteriormente a la Primera Cruzada...? ¿Fue su contacto con los musulmanes? ¿Con cristianos...? ¿Con hebreos ortodoxos y con cabalistas?
(Resultará sumamente interesante leer con detenimiento el artículo «El Renacimiento y el origen de la Francmasonería» que publicamos en la página 20 de esta edición).
Los cambios sociales, tecnológicos, especialmente arquitectónicos e incluso religiosos que se promovieron luego que los 9 caballeros regresaron a Francia, testimonian la existencia de «...un conocimiento cuyo origen debió estar dado por los documentos que hallaron en las excavaciones que realizaron ¨bajo las antiguas caballerizas del Templo de Salomón, donde fueron alojados por Balduino II rey de Jerusalén». Sabemos que el rey Balduino II luego trasladó a los caballeros a la Torre de David, cediéndoles su antigua residencia.
Debemos mencionar que en ese sitio se alzaban, como hoy, las mezquitas de al-Aqsa y de Qubbat al Sakkra, más conocida como Cúpula de la Roca. Este lugar fue utilizado por los Templarios como Iglesia y la mezquita de al-Aqsa como residencia y presbiterio hasta 1244, en que se perdió la ciudad Santa.
Lo que hallaron en sus excavaciones nos es desconocido. Seguramente San Bernardo y la Orden citersense fundada por Étienne Harding, abad de Citeaux, fueron encargados de la «contención y estudio» de aquellos valiosos documentos cuyo contenido, no cabe duda hoy, promovieron cambios fundamentales en su época. Esos documentos es posible y hasta probable, debían de contener el compendio de conocimientos antiquísimos, que pueden remontarse al Éxodo, la huida del pueblo hebreo de Egipto.
Pero también resulta inteligente colegir que algunos pudieron tener relación con los acontecimientos protagonizados por el Galileo antes, durante y con posterioridad a su crucifixión, resurrección y nacimiento del movimiento protagonizado por los primeros cristianos.
La leyenda del «Santo Grial» nace, curiosamente y según muchísimos escritores y estudiosos, en los monasterios cistercienses y de la mano de san Bernardo, quien fue un permanente difusor del tema del Santo Grial. Los romances de caballería, que la relacionan con el Santo Grial, precisamente nacieron en aquellos monasterios.
La obra de Dan Brown promueve la interesante interpretación, de que el Santo Grial no es una copa en la que Jesús transmutó el vino en sangre, sino «la sangre que se transmitió a través de María Magdalena, en la presunta descendencia que con ella habría tenido Jesús». Esto, naturalmente, desata pasiones, anatemas, acusaciones de blasfemia y otras lindezas emparentadas con la intolerancia manifiesta de las clerecías, pero no llega a desentrañar el misterio planteado tanto por Dan Brown, como ya hemos mencionado, como de un vasto número de autores que así lo mencionan y difunden.
Lo cierto es que la reacción no tan multitudinaria, -como algunos medios anunciaron-, se produjo en algunos sectores un tanto fundamentalistas y en el caso de los medios televisivos del país con la intervención de un presbítero católico que en realidad careció de argumentos para defender la posición de los indignados, un prudente rabino que no se metió en camisa de once varas y un ignoto representante de la masonería que, permítanme decirlo, no estuvo a la altura ni del tema ni de sus responsabilidades.
En algunos casos de medios gráficos, la evidencia mencionada al principio de esta nota, en el sentido de que se «solapeó» el comentario y en medios radiales reportajes a «sesudos universitarios con título mas bien deshabilitante» que, incluso, reconocieron no haber leído el libro y menos aún visto la película. No obstante lo cual, se derramaron en objeciones o elogios carentes de todo fundamento.Es que en nuestro país la libertad de prensa es confundida con la libertad de empresa y las responsabilidades emergentes se diluyen en la inobjetable impunidad con que la mediocridad ambiente nos calcina...
Sin embargo, debo reconocer que el diario La Nación, en su suplemento «enfoques», publicó una valiosa nota de Teresa Baisuli, titulada «El Código de la intriga, Religión y Marketing», en el que entre otras cosas señala que «El supuesto matrimonio de María Magdalena no escandaliza tanto como podría suponerse y pocos creyentes, según las encuestas posteriores al estreno, admiten que la película los llevo a revisar su fe».
Al referirse a los «Evangelios apócrifos», Teresa Baisuli los menciona como «...una serie de códices encontrados en Egipto a fines del siglo XIV y mediados del XX, donde el novelista se apoyó para inventar la fantasiosa historia sobre el matrimonio de Jesús y María Magdalena». Y luego se pregunta ¿Qué hay de cierto de todo esto en los evangelios apócrifos?, respondiéndose «...absolutamente nada...». Con lo que nos deja un tanto desconcertados, pues sorprende la datada inexactitud de los hallazgos (salvo que durante el Concilio de Nicea se hayan aprobado los 4 Evangelios denominados canónicos, «suponiéndose» la existencia de los demás descartados...) y al menos a la conclusión la consideramos parcial, porque existe una contradicción flagrante con lo que sigue.Porque reconoce que a la «Luz de estos escritos... emerge una María Magdalena muy distinta de la que se creía conocer. Una mujer que no habría sido ninguna «prostituta arrepentida» (calificación que corrió por cuenta del papa Gregorio Magno, en el siglo VI), sino discípula dilecta de Jesús una de las favoritas para liderar el incipiente movimiento cristiano en el inicio de una nueva era. Además -enfatiza- de testigo privilegiada de la resurrección de Cristo».
Lo del hallazgo de manuscritos a fines del siglo XIV y mediados del siglo XX, es cosa aparte y tiene otras connotaciones más acordes al ámbito de la exégesis bíblica, tal como ocurre con la excesiva demora en dar a conocer públicamente la totalidad del contenido de los manuscritos de Qumran.Una de las cuestiones sumamente interesante de interrogarse, es la afirmación de Francisco García Bazan, -investigador del Conicet y traductor del copto al español de la biblioteca Nag Hammadi (los códices hallados en Egipto)- entrevistado por la autora de la nota de La Nación, el que refiriéndose a uno de los párrafos del Evangelio apócrifo de Felipe, dice que allí se consigna que «El salvador la amaba más que a todos sus discípulos y la besaba frecuentemente en la boca». Para agregar luego que «Esto no tiene ninguna connotación sexual. Para los gnósticos, besar a alguien en la boca era una forma de generación espiritual de transmitir una sabiduría especial».
Con lo que planteada la existencia en el seno de los primeros cristianos del «gnosticismo», habría que determinar con exactitud académica la certeza de tales afirmaciones, teniendo en cuenta la verdadera doctrina gnóstica de aquellos cristianos y no la «interpretación» gnosticista existente en la actualidad.La autora del comentario se pregunta entonces ¿Quiénes eran los cristianos gnósticos? y de su respuesta podemos colegir, seguramente, nuevos interrogantes que, por su naturaleza, explican o al menos permiten elucidar a donde apunta Dan Brown en la obra. La respuesta fue: «Eran aquellos que practicaban el gnosticismo, una corriente filosófica muy difundida durante los tres primeros siglos de nuestra era, según la cual la única forma de salvación no es por Obra de Dios sino a través de un conocimiento (gnosis) reservado a unos pocos. En el año 180 d.c. fueron declarados herejes, y la mayor parte de sus documentos se perdieron».
La mass media seguramente poco sabe o se interesa por estas cosas. De allí el desconcierto de millones de creyentes frente al «Código Da Vinci» y su trama, a la que seguramente consideran de ficción, cuando no herética o blasfema. Incluso dentro de la Orden masónica, donde respiran por no decir conspiran, sectores afanosamente reconciliadores con la Iglesia Católica unos, mientras otros procuran darse a conocer ante la opinión pública sin el manto de comecuras que teníamos como sayo los masones. Aunque el anticlericalismo de antiguos masones estuviese plenamente justificado ante las tropelías de los clérigos contra los que se opinaba.
Todo es lícito, ciertamente, porque se trata de nuestra libertad de opinión y de conciencia.Pero en decisiones tan particulares como la que se advierten, todo es lícito menos la soberbia de creer que la forma piramidal de administrar la Institución, otorga a la cúspide facultades y poderes de decisión, que solo la Asamblea de masones y el consenso del pueblo masónico debieran determinar. Hoy se escuchan voces que sacralizan la palabra de líderes masónicos y establecen unicatos de opinión que desvirtúan el sentido librepensador que surge de la esencia doctrinaria de la Orden. Mientras que en el seno de los Talleres o fuera de ellos, se condiciona o prohíbe el debate sobre políticas no consensuadas.
El «Código Da Vinci» conlleva otros códigos. No solo los que surgen de la trama, sino tambièn de las referencias históricas dentro de las cuales subyacen los misterios como el de los Templarios, los masones, el priorato de Sion, el Opus Dei, el Gnosticismo y las actuales ramificaciones y tendencias de la denominada «Tradición primordial», junto a toda la saga de variopintas derivaciones de misticismos(5) practicados por múltiples sectas, movimientos, heterodoxias habidas, actuales y por venir.Además del artículo de La Nación que comentamos, se habla del «fuerte revisionismo al cristianismo», sin que surjan estos, similares al Islamismo y al Judaísmo.
Según lo consigna el diario, «Para Omar Abud, secretario de la Asociación Árabe Argentina Islámica, «No existe un ámbito de duda sobre el Corán.
El mismo ejemplar que circuló antes es el que circula ahora, no hay textos alternativos. Se sabe que Mahoma se casó, tuvo hijos... Lo que si se da entre musulmanes son luchas intestinas dentro del califato, por ejemplo entre chiitas y sunnitas, pero ambas escuelas jurídicas tienen el mismo libro, y la diferencia de interpretación es sutil». Y acto seguido se agrega que «Por el contrario, el rabino Abraham Skorka, rector del «Seminario Rabínico Latinoamericano M.T. Meyer», asegura que el judaísmo está acostumbrado a la constante interpretación de los textos. «La cuestión dialéctica, la búsqueda de la verdad -sostiene- y el análisis de las distintas posibilidades exegéticas, forman parte íntegra del ser judio: estamos acostumbrados a discutir». Una broma se desliza y el rabino Skorza dice: «...donde hay dos judíos hay por lo menos tres ideas».
Estas referencias indican, -tal vez no precisadas para abarcar la totalidad de las problemáticas religiosas-, al menos la tolerancia que surge de lo razonable por sobre la intolerancia de los dogmas. Si con la edición de un libro como «El Código Da Vinci» y el film homónimo no se ha producido un Tsunami devastador por sobre la superficie del catolicismo romano o el cristianismo protestante, es porque la Humanidad se encuentra en franca evolución intelectual, a pesar de la mediática desinformante, la mediocridad creciente y los condicionamientos dogmáticos de las clerecías.
Los cambios que se operan en el planeta, que son tecnológicamente asombrosos, pero humanamente avasallantes en la perfidia que conllevan por la violencia, la injusticia, la desigualdad, la inequidad y los males que oprimen a millones de seres humanos, no pueden detenerse ya, como en el pasado, a causa de la multiplicidad de factores esclavizantes. La humanidad avanza al unísono de la «globalización»... de las comunicaciones y no al unísono de los ecos del neoliberalismo que globaliza la pobreza, la miseria y la exclusión.
En contrapartida a la miseria espiritual e intelectual del medioevo, la cultura intelectual se impone lenta pero seguramente en nuestro tiempo y ficciones o intencionalidades como el «Código Da Vinci», permiten a millones de ávidos ciudadanos conocer, saber y adquirir certezas por sobre las dudas, sencillamente pudiendo acceder al conocimiento sin tener que someterse al arbitrio de censores consuetudinarios... Y abocarse a la búsqueda y la información. Porque no cabe duda, la duda es la mejor terapia para acercarnos a la Verdad.
Por Ricardo E. Polo : .Mar del Plata, mayo 29 de 2006Edición 76 de la revista Hiram Abif
Notas:(1) Solapear consiste en redactar el comentario de un libro, a través del condensado que suele colocarse en las solapas o contratapas de la obra, generalmente redactados por la Editorial y otras por algún escritor de nota.
(2) herejía, (gr. hairesis, acción de escoger y también escuela filosófica o religiosa) Doctrina contraria a los dogmas de la Iglesia, sostenida con pertinacia por un hombre bautizado. Sentencia errónea contra los principios de una ciencia o arte. Disparate, error.
(3) Iconoclasta: (gr. Eikonoklastes icono -+klao, romper)Hereje que niega el culto debido a las sagradas imágenes, (esp. de una secta bizantina). Perteneciente o relativo a este movimiento o a su doctrina. Que no respeta los valores tradicionales en cualquier actividad humana.(4) Texto rehecho o de nuevo aderezado; especialmente refundición de una obra dramática u otro escrito, mediante el que se comenta o sintetiza un texto en las redacciones de diarios y revistas.(5) Misticismo Estado extraordinario de perfección religiosa que consiste esencialmente en cierta unión inefable «del alma con Dios por el amor». Doctrina religiosa y filosófica que enseña la comunicación directa entre el hombre y la divinidad, en la visión intuitiva o en el éxtasis
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