por el V:. H:. Ricardo E. Polo :.
Término argentino surgido de la Comedia, que equivale a “montón”, “masa”, “muchos”, “multitud”. El Siglo XX se ha caracterizado, en ciertos aspectos sociológicos, como la era en que las masas han obtenido la característica multitudinaria de poseer un poder implícito y al mismo tiempo constituir uno de los factores fundamentales del declinar de la civilización, tal como lo anticipara Hilary Belloc.
Las masas como tales son un fenómeno emergente de la concentración humana en las ciudades y su periferia, en función de los cambios tecnológicos y sociológicos que han multiplicado las posibilidades de concentración habitacional, para que el Capital financiero y de servicios avancen por sobre el capital productivo, de forma tal que el crecimiento maltusiano de la población, confusamente mensurado por los “yuppies” del modelo capitalista neoliberal, se ha constituido en el más grave problema para la supervivencia pacífica de la Humanidad.
Como este trabajo no pretende constituirse en divulgador de las teorías analíticas de los fenómenos socio-económico-políticos de la actualidad, sino sencillamente un medio de expresión de los temas que nos preocupan a los masones, hemos pensado en analizar con sencillez el término “amucharse”, que si bien en nuestro país es parte de los gag´s cómicos, sintetiza la sensación popular que “siente” su anónima y hasta multitudinaria despersonalización masiva. “Amucharse” tiene relación con el término “mucho”, que según el diccionario significa: Cuantioso, inmenso, abundante, copioso, excesivo, demasiado, abundancia, cantidad, montón, Cúmulo, exceso y como algunas de sus acepciones se ajustan a la intencionalidad del hallazgo semántico, una vez más la sabiduría popular plasma en una palabra algo de sus sentimientos.
Cuantioso e inmenso, da sensación de magnitud y es evidente que la “masa”, mezcla, conjunto, aglomeración, constituye una definición sensorial de aglomeración, pero también de junta: estar juntos. Amucharse convierte el mucho, en verbo transitivo. Es decir, que como el adjetivo, se transfiere el uno al otro. Amucharse significaría entonces: unirse, amalgamarse, aglomerarse.
Vemos entonces de qué manera emerge en el lenguaje, el epifenómeno (apariencia, lo que de las cosas puede percibirse por los sentidos) de la conciencia que las masas tienen de sí mismas, aunque lo sea a través de la invención de una palabra para autodefinirse. Estas elucubraciones semánticas, en realidad, no tienen en sí mismas la intención de un análisis ni idiomático ni sociológico.
Tiene en realidad la intención de asociar el sentimiento que emerge del término, con una realidad que se sumerge en la obviedad. Los males que nos afectan y los que también nos acechan, están inmersos precisamente en la despersonalizada realidad del “Amuchamiento”. Un sentimiento, una sensación, una realidad en la que millones de seres se encuentran involucrados y que paradojalmente resulta consecuencia de otro fenómeno social no menos trascendente: el individualismo feroz.
Hablamos del “sálvese quien pueda”, que sintetiza la ausencia de solidaridad y fraternidad de nuestro tiempo. Hablamos del individualismo como paradigma de un sistema socio-político-económico, que no posee las cualidades arquetípicas para constituir un ejemplo. En realidad, el paradigma del individualismo actual constituye la secularización (fenómeno cultural caracterizado por la desaparición de los paradigmas mítico-religiosos) o de lo ético y de lo moral y, fundamentalmente, de la ausencia de valores fundamentales y principios como los proclamados por la Masonería, de Libertad Igualdad y Fraternidad.
Sin embargo, el lector que se sumerja en estas reflexiones pensará que existe en el texto una contradicción. Si la intención del autor pretende definir el “Amuchamiento” como algo axiomático de la despersonalización y la masificación Humana, ¿cómo es que denosta al individualismo...? La respuesta es sencilla. La realidad de los últimos tramos del Siglo XX y el advenimiento del Siglo XXI, evidencia el avance arrollador del sistema mercadista o neoliberal, cuya esencia fundamental es la libre circulación del capital por todos los mercados del mundo.
Para el ejercicio de tal pretensión se hace necesario la destrucción sistemática y aplastante de cualquier sistema ético o solidario; la precarización de cualquier sistema político y económico mediante el cual se pueda jurídicamente establecer los marcos regulatorios necesarios para la paz social; La despersonalización del “ciudadano” para evitar su ingerencia en la preservación de los valores histórico-tradicionales de nacionalidad y acerbo; la transculturización necesaria para evitar la propia identidad en valores y principios; el sometimiento al “vasallaje” político a la ciudadanía, mediante la sustitución de los conceptos democráticos republicanos, por el vetusto sistema de la representación partidista, cuyo marco teórico lleva inexorablemente a la instauración de las partidocracias. ¿Adónde encaja el individualismo feroz en todo esto?.
Primero, en la calificación de “feroz” a la práctica de lo que debería ser la definición correcta y altruista del individualismo, según las definiciones semánticas de sus alcances. Por ejemplo: Individualismo: a) Principio de gobierno diametralmente opuesto al socialismo, en cuanto favorece la libertad de acción del individuo, evitando la interferencia del estado. b) Doctrina ética que afirma como objeto en el que ha de realizarse la acción moral los individuos humanos. El individualismo puede ser egoísmo o altruismo. c) Egoísmo de cada cual, en los afectos, intereses, etc. d) Propensión a obrar según el propio albedrío y no de concierto con la colectividad. En todos las definiciones semánticas del término, subyacen la intencionalidad de insertarlo en las diversas concepciones políticas.
Veamos: Cuando se sostiene que el individualismo es el “principio” de gobierno diametralmente opuesto al socialismo: esto es falso, pues la doctrina mencionada no pretende en manera alguna despersonalizar al Individuo. Y en lo relativo a la “libertad” de acción del individuo, evitando la interferencia del Estado, esto constituye una soberana falacia, pues el Estado somos todos los ciudadanos que integramos una Nación (Estado-Nación) y los alcances a los que se refiere en realidad ese concepto, es hacia las acciones del “gobierno” representativo del Estado. ¡Pobre Estado si se le resta la potestad de auto manejarse en los asuntos políticos-sociales y económicos, dejando librados los objetivos políticos nacionales al arbitrio de la Individualidad..!
Así nos va a los latinoamericanos merced a tal falacia. En cambio la segunda definición es correcta. Pues entendemos que el individualismo debe ser, necesariamente: la Doctrina ética que afirma como objeto en el que ha de realizarse la acción moral los individuos humanos. Pero, naturalmente, evitando por todos los medios el egoísmo, por encima del altruismo. Pero el Egoísmo de cada cual, en los afectos, intereses, y la Propensión a obrar según el propio albedrío y no de concierto con la colectividad, constituyen lo que denominamos individualismo feroz, cuya realidad concita el desprecio de todas las corrientes de pensamiento humanista, fraterno, solidario y racional.
La ausencia de filosofías éticas y morales, adaptadas al “Amuchamiento” y al individualismo feroz que nos invade, es parte del fenómeno de insolidaridad que campea auto justificado en este momento de la Historia. No advertirlo, no pronunciarse, no capacitarse para entender y accionar frente a la despersonalización colectiva, a la transculturización, a la insolidaridad que se dispersa sin medida por el planeta, avizora momentos de difícil digestión. No sea que a nosotros, los Masones, nos tome desprevenidos en momentos en que resulta más necesario que nunca, que podamos iluminar con La Luz de nuestra doctrina y para evitarlo, el descenso pronunciado que el “Amuchamiento” conlleva al declinar de esta civilización.
Término argentino surgido de la Comedia, que equivale a “montón”, “masa”, “muchos”, “multitud”. El Siglo XX se ha caracterizado, en ciertos aspectos sociológicos, como la era en que las masas han obtenido la característica multitudinaria de poseer un poder implícito y al mismo tiempo constituir uno de los factores fundamentales del declinar de la civilización, tal como lo anticipara Hilary Belloc.
Las masas como tales son un fenómeno emergente de la concentración humana en las ciudades y su periferia, en función de los cambios tecnológicos y sociológicos que han multiplicado las posibilidades de concentración habitacional, para que el Capital financiero y de servicios avancen por sobre el capital productivo, de forma tal que el crecimiento maltusiano de la población, confusamente mensurado por los “yuppies” del modelo capitalista neoliberal, se ha constituido en el más grave problema para la supervivencia pacífica de la Humanidad.
Como este trabajo no pretende constituirse en divulgador de las teorías analíticas de los fenómenos socio-económico-políticos de la actualidad, sino sencillamente un medio de expresión de los temas que nos preocupan a los masones, hemos pensado en analizar con sencillez el término “amucharse”, que si bien en nuestro país es parte de los gag´s cómicos, sintetiza la sensación popular que “siente” su anónima y hasta multitudinaria despersonalización masiva. “Amucharse” tiene relación con el término “mucho”, que según el diccionario significa: Cuantioso, inmenso, abundante, copioso, excesivo, demasiado, abundancia, cantidad, montón, Cúmulo, exceso y como algunas de sus acepciones se ajustan a la intencionalidad del hallazgo semántico, una vez más la sabiduría popular plasma en una palabra algo de sus sentimientos.
Cuantioso e inmenso, da sensación de magnitud y es evidente que la “masa”, mezcla, conjunto, aglomeración, constituye una definición sensorial de aglomeración, pero también de junta: estar juntos. Amucharse convierte el mucho, en verbo transitivo. Es decir, que como el adjetivo, se transfiere el uno al otro. Amucharse significaría entonces: unirse, amalgamarse, aglomerarse.
Vemos entonces de qué manera emerge en el lenguaje, el epifenómeno (apariencia, lo que de las cosas puede percibirse por los sentidos) de la conciencia que las masas tienen de sí mismas, aunque lo sea a través de la invención de una palabra para autodefinirse. Estas elucubraciones semánticas, en realidad, no tienen en sí mismas la intención de un análisis ni idiomático ni sociológico.
Tiene en realidad la intención de asociar el sentimiento que emerge del término, con una realidad que se sumerge en la obviedad. Los males que nos afectan y los que también nos acechan, están inmersos precisamente en la despersonalizada realidad del “Amuchamiento”. Un sentimiento, una sensación, una realidad en la que millones de seres se encuentran involucrados y que paradojalmente resulta consecuencia de otro fenómeno social no menos trascendente: el individualismo feroz.
Hablamos del “sálvese quien pueda”, que sintetiza la ausencia de solidaridad y fraternidad de nuestro tiempo. Hablamos del individualismo como paradigma de un sistema socio-político-económico, que no posee las cualidades arquetípicas para constituir un ejemplo. En realidad, el paradigma del individualismo actual constituye la secularización (fenómeno cultural caracterizado por la desaparición de los paradigmas mítico-religiosos) o de lo ético y de lo moral y, fundamentalmente, de la ausencia de valores fundamentales y principios como los proclamados por la Masonería, de Libertad Igualdad y Fraternidad.
Sin embargo, el lector que se sumerja en estas reflexiones pensará que existe en el texto una contradicción. Si la intención del autor pretende definir el “Amuchamiento” como algo axiomático de la despersonalización y la masificación Humana, ¿cómo es que denosta al individualismo...? La respuesta es sencilla. La realidad de los últimos tramos del Siglo XX y el advenimiento del Siglo XXI, evidencia el avance arrollador del sistema mercadista o neoliberal, cuya esencia fundamental es la libre circulación del capital por todos los mercados del mundo.
Para el ejercicio de tal pretensión se hace necesario la destrucción sistemática y aplastante de cualquier sistema ético o solidario; la precarización de cualquier sistema político y económico mediante el cual se pueda jurídicamente establecer los marcos regulatorios necesarios para la paz social; La despersonalización del “ciudadano” para evitar su ingerencia en la preservación de los valores histórico-tradicionales de nacionalidad y acerbo; la transculturización necesaria para evitar la propia identidad en valores y principios; el sometimiento al “vasallaje” político a la ciudadanía, mediante la sustitución de los conceptos democráticos republicanos, por el vetusto sistema de la representación partidista, cuyo marco teórico lleva inexorablemente a la instauración de las partidocracias. ¿Adónde encaja el individualismo feroz en todo esto?.
Primero, en la calificación de “feroz” a la práctica de lo que debería ser la definición correcta y altruista del individualismo, según las definiciones semánticas de sus alcances. Por ejemplo: Individualismo: a) Principio de gobierno diametralmente opuesto al socialismo, en cuanto favorece la libertad de acción del individuo, evitando la interferencia del estado. b) Doctrina ética que afirma como objeto en el que ha de realizarse la acción moral los individuos humanos. El individualismo puede ser egoísmo o altruismo. c) Egoísmo de cada cual, en los afectos, intereses, etc. d) Propensión a obrar según el propio albedrío y no de concierto con la colectividad. En todos las definiciones semánticas del término, subyacen la intencionalidad de insertarlo en las diversas concepciones políticas.
Veamos: Cuando se sostiene que el individualismo es el “principio” de gobierno diametralmente opuesto al socialismo: esto es falso, pues la doctrina mencionada no pretende en manera alguna despersonalizar al Individuo. Y en lo relativo a la “libertad” de acción del individuo, evitando la interferencia del Estado, esto constituye una soberana falacia, pues el Estado somos todos los ciudadanos que integramos una Nación (Estado-Nación) y los alcances a los que se refiere en realidad ese concepto, es hacia las acciones del “gobierno” representativo del Estado. ¡Pobre Estado si se le resta la potestad de auto manejarse en los asuntos políticos-sociales y económicos, dejando librados los objetivos políticos nacionales al arbitrio de la Individualidad..!
Así nos va a los latinoamericanos merced a tal falacia. En cambio la segunda definición es correcta. Pues entendemos que el individualismo debe ser, necesariamente: la Doctrina ética que afirma como objeto en el que ha de realizarse la acción moral los individuos humanos. Pero, naturalmente, evitando por todos los medios el egoísmo, por encima del altruismo. Pero el Egoísmo de cada cual, en los afectos, intereses, y la Propensión a obrar según el propio albedrío y no de concierto con la colectividad, constituyen lo que denominamos individualismo feroz, cuya realidad concita el desprecio de todas las corrientes de pensamiento humanista, fraterno, solidario y racional.
La ausencia de filosofías éticas y morales, adaptadas al “Amuchamiento” y al individualismo feroz que nos invade, es parte del fenómeno de insolidaridad que campea auto justificado en este momento de la Historia. No advertirlo, no pronunciarse, no capacitarse para entender y accionar frente a la despersonalización colectiva, a la transculturización, a la insolidaridad que se dispersa sin medida por el planeta, avizora momentos de difícil digestión. No sea que a nosotros, los Masones, nos tome desprevenidos en momentos en que resulta más necesario que nunca, que podamos iluminar con La Luz de nuestra doctrina y para evitarlo, el descenso pronunciado que el “Amuchamiento” conlleva al declinar de esta civilización.
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